21.12.06

Cada quien a lo suyo

— ¿Hola, cómo está?
— Bien.
— Por acá todo fino.
— Chévere.
— ¿Le pasa algo?
— No.
— ¿Seguro?
— Sí. ¿Por qué preguntas?
— Lo noto extraño. Deben ser cosas mías.
— Tal vez. Por cierto, puedes tutearme. Siempre te lo digo. Me haces sentir viejo.
— Está bien ¿En serio, no te pasa nada?
— No.
— Dime la verdad.
— Dios no existe.
— No jodas. Hablo en serio.
— Yo también.
— No comiences con eso. Sabes que no me gusta.
— Ok.
— ¿De verdad, qué te pasa?
— No sé. Últimamente me siento incómodo.
— ¿Cómo así? ¿Es por mi?
— No, son cosas mías.
— ¿Seguro?
— Seguro.
— ¿Qué hiciste todo el día?
— Nada.
— ¿Cómo que nada?
— Nada.
— No puedes seguir así.
— Lo sé.
— ¿Y entonces?
— Todo bien.
— No, todo no está bien.
— Tienes razón. Siempre es así. Siempre tienes razón.
— Ése no es el punto. Debes arreglar el problema.
— ¿Cuál problema?
— No comiences. Sabes que no puedes seguir así.
— ¿Quién dice?
— Te lo digo yo. Créeme. Yo estoy para ayudar.
— He oído eso antes.
— Sabes que lo digo en serio.
— Yo también.
— Cuéntame qué es. ¿Soy yo? ¿Te molesto tanto?
— ¿Siempre tienes que ser tú?
— ¿Qué quieres decir con eso?
— No tengo que explicártelo todo.
— Podrías.
— No estoy de humor.
— Últimamente nunca estás de humor.
— Así son las cosas.
— No deberían ser así
— Hablamos luego, te parece.
— No. Creo que debemos resolver esto.
— ¿Podremos?
— Siempre se puede.
— Lo dudo.
— ¿Qué te pasa?
— No me pasa nada. Esta conversación se está convirtiendo en algo estéril. ¿También lo notas?
— Sí. Tienes razón. Vamos a vernos.
— No puedo ahorita. Te llamo después.
— No me vas a llamar. Nunca lo haces.
— Lo prometo.
— No te creo.
— Ok. Hablamos luego.
— Está bien. Te llevo la factura después.
— Sabía que en el fondo querías cobrarme.
— Coño, tienes seis meses sin pagar. Es mi trabajo.
— Se me olvida.
— Siempre se te olvida.
— Estoy muy ocupado.
— Se nota. Llámame. Busco el cheque por tu oficina y hablamos de las cuotas.
— Como quieras.
— Por cierto, hay nuevos planes. Tenemos nuevos canales.
— Siempre caigo en lo mismo. No creo necesitar más canales. Hay setenta que no veo.
— Tranquilo. Verás que es una buena oportunidad.
— Ok. Hablamos luego.
— Seguro, señor.
— Vale. Chao.

nota de elchamodel114: a la gente de supercable por insistir.
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Recomendaciones de hoy:
El blog (perdón): Las Ultra Fabulosas - El sitio: Supercable - La peli: Closer, dirigida por Mike Nichols - El trago: Let it lie - La Ñapa: Kidman verraca

18.12.06

No sé de qué escribir


Hoy, como pocas veces, me siento frente a la computadora sin saber qué demonios voy a escribir. Generalmente, cuando me dispongo a teclear algunas palabras tengo una idea leve de lo que puede salir. Hoy no es así.

Un texto sinsentido, sin orientación, huérfano de toda argumentación lógica, es esto que usted trata de entender en este momento, apreciado lector. En pocas palabras, usted es parte de un experimento antidepresivo de este servidor; aunque también puede tomar este texto como la típica respuesta a un examen de bachillerato, escrito a mano —y en bolígrafo—, en donde se le dan vueltas al asunto interrogado, pero eso sí, siempre el estudiante a ser evaluado hace bulto por todo el folio de papel para hacer ver a su evaluador que se domina una u otra materia, cuando no es así.

Lo cierto es que preocupa a quien les escribe no tener nada que lo impulse a redactar un par de líneas. Nada. Cero. No hay un tema. Hoy no hay pasión. Eso es lo que el chamo del 114 ha decidido llamar desesperanza acumulada, síndrome que le aqueja regularmente, pero que nunca se había manifestado con estos síntomas. Hoy no hay musas, ni anécdotas, ni amigos, ni país caribeño. Hoy usted termina de leer un texto desabrido y yo busco razones para seguir. Touché.

14.12.06

No es difícil hacer un texto pavoso


En Venezuela somos famosos por el petróleo, el béisbol y las mises. Chávez también es famoso por ahí. Pero si hay algo que nos identifique con el gentilicio es la pava. Para los venezolanos algo pavoso es algo terrible, como el copete del Puma o una misa por televisión.

No hay nada más pavoso que comer sopa con bigote o escuchar rancheras en la playa. Uno, como buen criollo, siempre se cuida de eso. Puede ser pavoso usar un flux a cuadros o portar peluquín. Ir de viaje a solas con la suegra es un acto de pava mayor. Para nosotros la pava está en todos lados.

Es pavoso aplaudir cuando un avión aterriza. Escuchar gaitas en marzo es terriblemente pavoso. Son pavosas las revistas de hace 10 años que están en algunas peluquerías o las fiestas de acción de gracias. Todo eso da pava.

Es pavoso coleccionar llaveros, montar caballo en la ciudad, una piñata de fresita, un texto que comience con clichés, silbar pa´dentro, los pitillos que se doblan, bailar el vals obligado, un viejo que se la da de moderno, tener casettes de Guillermo Dávila, ser Guillermo Dávila, regalar peluches, ir al gimnasio con calentadores, comer espaguetis en interiores, tener fotos de Betancourt en la sala, fumar con boquilla, citar la biblia, decirle jeva a tu esposa, el paseo de la fama Amador Bendayán, una boda sin tequeños, grabar Al Rojo Vivo, ir al Sambil, tener chequera del Banco Latino, ser jefe de una secta en el Ávila, un pana ptj, encontrarte a Betulio Medina en el bingo, un concierto de Maria Conchita Alonso y un perro que ladre el himno nacional ¿Acaso hay algo más pavoso que esto?

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7.12.06

Llanto infantil en tres actos


I
En esta vida uno se puede topar con gente mala. Mala de verdad. No son historias. Hay gente mala. La maldad es una condición tan humana como tú. Así era Benito el veloz. Veloz y malo, y humano.

Benito el veloz es tan famoso que seguro has odio hablar de él. Benito el veloz es una celebridad, un mito, y su fama se la ha ganado en buena lid gracias a su maldad. Qué malo es el Benito, Benito el veloz.

Hablar de la maldad de Benito el veloz es redundar en un asunto que, de facto, da mucho miedo. Una tal Manson se inspiró en él y no le llegó a los tobillos. Jack el destripador —si existió— era un pobre asesino en serie comparado con Benito el veloz. Cuando Benito el veloz era apenas un bebé su llanto erizaba la piel de cualquiera. Era un llanto punzante, no de malcriado como decía su abuela, era un llanto maligno. Benito el veloz, siendo un bebé, lloraba para hacer daño. Y vaya que lo lograba.

II
Marita era una bebé que sabía sumar y restar. Además, dominaba algunas lenguas muertas y conocía a profundidad historia del arte. Marita era genial. Algunas noches, Marita no podía dormir tranquila y por eso lloraba. Mamá le cambiaba los pañales y le cantaba canciones ridículas. Marita la miraba, le hacía señas, le decía un par de improperios cuando la desesperación la invadía y luego se echaba a dormir muy frustrada. Siempre suspiraba. Mamá pensaba que esos suspiros eran una ternura. Marita no.

Era una incomprendida aquella pobre bebé. Nadie la entendía; ni sus padres sabían qué hacer. Ella intentó explicarle al mundo, una y otra vez, su desdicha, pero en su barrio nadie entendía arameo. Es muy difícil ser una bebé como Marita. Por supuesto, ella lo sabía. Ella lo sabía todo.

La tristeza invadió el tierno cuerpo de Marita. Contaba con 16 meses de edad cuando tomó la decisión de olvidarlo todo. No vale la pena tanta sabiduría si se es tan infeliz. El día que Marita lo olvidó todo para ser una bebé normal estaba muy consciente de lo que hacía. Ese día lloró por última vez.

III
Él no quería llorar ese día. Le parecía que ya había mucho llanto en el lugar. La gente estaba ahí reunida llorando. Un llanto más no mejoraría las cosas. Para ser justos, tampoco las empeoraría.

Mientras todos lloraban, él caminaba de un lado a otro. Recordaba al quijote o a rimbaud. Le venían recuerdos de distantes lecciones de ajedrez. Su memoria estaba fresca y recordó con cariño. Recordó que después podía olvidar. Se asustó ese día y después. Pensó en las viejas palabras y en ciertas anécdotas.

Aguantó el llanto por mucho rato. No por machista, sino porque el llanto le hacía sentir vivo. Tal vez a eso le temía, a sentir que todo aquello estaba pasando. No soportó mucho más y lloró.


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