8.6.08

Tan bella mi Yeneida


Creo que haberme casado con Yeneida fue un error. Tal vez no fue una buena idea. Ella es muy linda y me quiere, pero hay cosas que me ponen a dudar. Por ejemplo, este fin de semana se fue para la playa con su ex novio. No sé, no me parece muy normal eso. Ella insiste en decir que soy muy chapado a la antigua. Tal vez tenga razón. De verdad me considero más bien conservador. Yo quería acompañarla, pero ella insistió en lo delicada de mi dermis y lo feroz del cáncer de piel. Yeneida se preocupa por mi. Tan bella. Bueno, no sé, tampoco me hace confiar mucho que el chamo del agua se la pase en casa metido cuando me voy al trabajo. No sé, es como raro. ¿Qué tanto puede hacer ahí dentro? ¿Para qué necesitamos tanta agua en casa? ¿Por qué ese buen hombre nunca nos ha cobrado ni un garrafón? La verdad, hay cosas que no entiendo. Lo que sí me incomoda un poco es el bendito camión del agua que se la pasa abajo ocupando tres puestos de estacionamiento. Ya me da pena con los vecinos. ¡Qué dirán de mi! Me siento un poco mal por estar dudando, pero es que hay unos detallitos que me dan cierto pálpito. Algo con Yeneida no anda bien. Ella tiene muchos primos y todos necesitan dinero. Yo les doy lo que puedo. Hay que arroparse hasta donde alcance la cobija. Lo curioso de sus primos es que son todos muy distintos. Tiene uno de rasgos asiáticos y hay otros muy rubios. Hay unos muy altos y fuertes. Otros parecen abuelos. Cuando les pregunto parece que no se conocen entre ellos. Hay familias disfuncionales, extrañas.
A Yeneida la conocí vestida de conejita en la despedida de soltero de mi compadre. Ella restregaba la colita esponjosita y blanquita de su disfraz contra la humanidad de los presentes y me pareció un bonito detalle. Nalgaditas le daban y ella, tan bonita, no se molestaba. Es un ángel. Así la vi la segunda vez, vestida de querubín haciendo piruetas en un poste cromado de un club no campestre. Yo no quería ir a ese sitio, menos mal que me insistieron. La volví a ver. Ella me reconoció en el acto, porque sin pensarlo se bajó de la tarima y se sentó en mis piernas diciéndome "papito" como aquella vez en la fiesta del compadre. Yeneida, tan bonita, me hacía cariñitos sin importar que los demás vieran. Eso es amor y del bueno. Lo supe porque cuando nos fuimos enseriando la convencí para que me acompañara a los viajes de negocio en Europa y el Caribe. Ella, tan Yeneida, aguantaba la incomodidad del hotel durante mis horas de trabajo. Pobrecita. Soy un desalmado. Tanto que se sacrifica mi nené y yo dudando. Seguro Dios me castiga y me abandona por andar con mis celos ridículos. Soy de lo peor. Un orangután mal pensado. A veces no lo puedo evitar. Los celos me invaden sin razón. Si la vieran. Es que es tan linda, tan bella mi Yeneida.