21.12.06

Cada quien a lo suyo

— ¿Hola, cómo está?
— Bien.
— Por acá todo fino.
— Chévere.
— ¿Le pasa algo?
— No.
— ¿Seguro?
— Sí. ¿Por qué preguntas?
— Lo noto extraño. Deben ser cosas mías.
— Tal vez. Por cierto, puedes tutearme. Siempre te lo digo. Me haces sentir viejo.
— Está bien ¿En serio, no te pasa nada?
— No.
— Dime la verdad.
— Dios no existe.
— No jodas. Hablo en serio.
— Yo también.
— No comiences con eso. Sabes que no me gusta.
— Ok.
— ¿De verdad, qué te pasa?
— No sé. Últimamente me siento incómodo.
— ¿Cómo así? ¿Es por mi?
— No, son cosas mías.
— ¿Seguro?
— Seguro.
— ¿Qué hiciste todo el día?
— Nada.
— ¿Cómo que nada?
— Nada.
— No puedes seguir así.
— Lo sé.
— ¿Y entonces?
— Todo bien.
— No, todo no está bien.
— Tienes razón. Siempre es así. Siempre tienes razón.
— Ése no es el punto. Debes arreglar el problema.
— ¿Cuál problema?
— No comiences. Sabes que no puedes seguir así.
— ¿Quién dice?
— Te lo digo yo. Créeme. Yo estoy para ayudar.
— He oído eso antes.
— Sabes que lo digo en serio.
— Yo también.
— Cuéntame qué es. ¿Soy yo? ¿Te molesto tanto?
— ¿Siempre tienes que ser tú?
— ¿Qué quieres decir con eso?
— No tengo que explicártelo todo.
— Podrías.
— No estoy de humor.
— Últimamente nunca estás de humor.
— Así son las cosas.
— No deberían ser así
— Hablamos luego, te parece.
— No. Creo que debemos resolver esto.
— ¿Podremos?
— Siempre se puede.
— Lo dudo.
— ¿Qué te pasa?
— No me pasa nada. Esta conversación se está convirtiendo en algo estéril. ¿También lo notas?
— Sí. Tienes razón. Vamos a vernos.
— No puedo ahorita. Te llamo después.
— No me vas a llamar. Nunca lo haces.
— Lo prometo.
— No te creo.
— Ok. Hablamos luego.
— Está bien. Te llevo la factura después.
— Sabía que en el fondo querías cobrarme.
— Coño, tienes seis meses sin pagar. Es mi trabajo.
— Se me olvida.
— Siempre se te olvida.
— Estoy muy ocupado.
— Se nota. Llámame. Busco el cheque por tu oficina y hablamos de las cuotas.
— Como quieras.
— Por cierto, hay nuevos planes. Tenemos nuevos canales.
— Siempre caigo en lo mismo. No creo necesitar más canales. Hay setenta que no veo.
— Tranquilo. Verás que es una buena oportunidad.
— Ok. Hablamos luego.
— Seguro, señor.
— Vale. Chao.

nota de elchamodel114: a la gente de supercable por insistir.
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Recomendaciones de hoy:
El blog (perdón): Las Ultra Fabulosas - El sitio: Supercable - La peli: Closer, dirigida por Mike Nichols - El trago: Let it lie - La Ñapa: Kidman verraca

18.12.06

No sé de qué escribir


Hoy, como pocas veces, me siento frente a la computadora sin saber qué demonios voy a escribir. Generalmente, cuando me dispongo a teclear algunas palabras tengo una idea leve de lo que puede salir. Hoy no es así.

Un texto sinsentido, sin orientación, huérfano de toda argumentación lógica, es esto que usted trata de entender en este momento, apreciado lector. En pocas palabras, usted es parte de un experimento antidepresivo de este servidor; aunque también puede tomar este texto como la típica respuesta a un examen de bachillerato, escrito a mano —y en bolígrafo—, en donde se le dan vueltas al asunto interrogado, pero eso sí, siempre el estudiante a ser evaluado hace bulto por todo el folio de papel para hacer ver a su evaluador que se domina una u otra materia, cuando no es así.

Lo cierto es que preocupa a quien les escribe no tener nada que lo impulse a redactar un par de líneas. Nada. Cero. No hay un tema. Hoy no hay pasión. Eso es lo que el chamo del 114 ha decidido llamar desesperanza acumulada, síndrome que le aqueja regularmente, pero que nunca se había manifestado con estos síntomas. Hoy no hay musas, ni anécdotas, ni amigos, ni país caribeño. Hoy usted termina de leer un texto desabrido y yo busco razones para seguir. Touché.

14.12.06

No es difícil hacer un texto pavoso


En Venezuela somos famosos por el petróleo, el béisbol y las mises. Chávez también es famoso por ahí. Pero si hay algo que nos identifique con el gentilicio es la pava. Para los venezolanos algo pavoso es algo terrible, como el copete del Puma o una misa por televisión.

No hay nada más pavoso que comer sopa con bigote o escuchar rancheras en la playa. Uno, como buen criollo, siempre se cuida de eso. Puede ser pavoso usar un flux a cuadros o portar peluquín. Ir de viaje a solas con la suegra es un acto de pava mayor. Para nosotros la pava está en todos lados.

Es pavoso aplaudir cuando un avión aterriza. Escuchar gaitas en marzo es terriblemente pavoso. Son pavosas las revistas de hace 10 años que están en algunas peluquerías o las fiestas de acción de gracias. Todo eso da pava.

Es pavoso coleccionar llaveros, montar caballo en la ciudad, una piñata de fresita, un texto que comience con clichés, silbar pa´dentro, los pitillos que se doblan, bailar el vals obligado, un viejo que se la da de moderno, tener casettes de Guillermo Dávila, ser Guillermo Dávila, regalar peluches, ir al gimnasio con calentadores, comer espaguetis en interiores, tener fotos de Betancourt en la sala, fumar con boquilla, citar la biblia, decirle jeva a tu esposa, el paseo de la fama Amador Bendayán, una boda sin tequeños, grabar Al Rojo Vivo, ir al Sambil, tener chequera del Banco Latino, ser jefe de una secta en el Ávila, un pana ptj, encontrarte a Betulio Medina en el bingo, un concierto de Maria Conchita Alonso y un perro que ladre el himno nacional ¿Acaso hay algo más pavoso que esto?

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7.12.06

Llanto infantil en tres actos


I
En esta vida uno se puede topar con gente mala. Mala de verdad. No son historias. Hay gente mala. La maldad es una condición tan humana como tú. Así era Benito el veloz. Veloz y malo, y humano.

Benito el veloz es tan famoso que seguro has odio hablar de él. Benito el veloz es una celebridad, un mito, y su fama se la ha ganado en buena lid gracias a su maldad. Qué malo es el Benito, Benito el veloz.

Hablar de la maldad de Benito el veloz es redundar en un asunto que, de facto, da mucho miedo. Una tal Manson se inspiró en él y no le llegó a los tobillos. Jack el destripador —si existió— era un pobre asesino en serie comparado con Benito el veloz. Cuando Benito el veloz era apenas un bebé su llanto erizaba la piel de cualquiera. Era un llanto punzante, no de malcriado como decía su abuela, era un llanto maligno. Benito el veloz, siendo un bebé, lloraba para hacer daño. Y vaya que lo lograba.

II
Marita era una bebé que sabía sumar y restar. Además, dominaba algunas lenguas muertas y conocía a profundidad historia del arte. Marita era genial. Algunas noches, Marita no podía dormir tranquila y por eso lloraba. Mamá le cambiaba los pañales y le cantaba canciones ridículas. Marita la miraba, le hacía señas, le decía un par de improperios cuando la desesperación la invadía y luego se echaba a dormir muy frustrada. Siempre suspiraba. Mamá pensaba que esos suspiros eran una ternura. Marita no.

Era una incomprendida aquella pobre bebé. Nadie la entendía; ni sus padres sabían qué hacer. Ella intentó explicarle al mundo, una y otra vez, su desdicha, pero en su barrio nadie entendía arameo. Es muy difícil ser una bebé como Marita. Por supuesto, ella lo sabía. Ella lo sabía todo.

La tristeza invadió el tierno cuerpo de Marita. Contaba con 16 meses de edad cuando tomó la decisión de olvidarlo todo. No vale la pena tanta sabiduría si se es tan infeliz. El día que Marita lo olvidó todo para ser una bebé normal estaba muy consciente de lo que hacía. Ese día lloró por última vez.

III
Él no quería llorar ese día. Le parecía que ya había mucho llanto en el lugar. La gente estaba ahí reunida llorando. Un llanto más no mejoraría las cosas. Para ser justos, tampoco las empeoraría.

Mientras todos lloraban, él caminaba de un lado a otro. Recordaba al quijote o a rimbaud. Le venían recuerdos de distantes lecciones de ajedrez. Su memoria estaba fresca y recordó con cariño. Recordó que después podía olvidar. Se asustó ese día y después. Pensó en las viejas palabras y en ciertas anécdotas.

Aguantó el llanto por mucho rato. No por machista, sino porque el llanto le hacía sentir vivo. Tal vez a eso le temía, a sentir que todo aquello estaba pasando. No soportó mucho más y lloró.


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27.11.06

Charcutería noir


Y ahí estaba yo, con la rebanadora encendida y un lápiz en la oreja. Ella, sentada al otro lado del mostrador, vestía un sombrero que ocultaba parcialmente su delicado rostro. Se sentaba con mucha seguridad sobre el taburete mientras fumaba de un longuísimo cigarrillo con boquilla. ¿Cuál es el motivo de su presencia? ¿Por qué esta misteriosa mujer vino hasta acá? ¿Por qué no me habré puesto algo de desodorante antes de salir?

— Me da medio kilo de jamón de pavo, por favor. — Dijo súbitamente con voz ronquita.

¿Jamón de pavo? ¿Por qué no de pierna? ¿Medio kilo? ¡Ja! Lo tengo. Si quiere medio kilo es porque no vive sola.

— ¿Rebanadas finitas?, le dije
— Sí, supongo, respondió sin titubear.

Esta mujer es un enigma. Delicioso enigma. Está muy segura de lo que quiere. En ese momento, mientras rebanaba y rebanaba ese medio kilo de jamón de pavo, recordé haberla visto un par de semanas atrás. Tenía que ser ella. Son muy pocas las mujeres que vienen para acá trajeadas al más puro estilo de la post depresión norteamericana. Era ella. Sus labios rojos también la delataban. En aquella oportunidad fue atendida por un chamo que no trabaja más acá, un tal Joao. Mientras él la atendía, yo limpiaba mis cuchillos en la batea que está allá y la miraba de reojo, justo como lo hago ahora mientras rebano medio kilo de jamón de pavo. En aquella oportunidad vino sospechosamente pidiendo medio kilo de jamón de pavo y también…

— …medio kilo de queso amarillo, por fa, dijo mientras su dedo índice recorría lentamente el vidrio del mostrador, como jugando con los embutidos, como saboreándolos desde ahí.
— Okey, respondí.

En ese instante supe que algo se traía entre manos. A quién se le ocurre llevar medio kilo de jamón de pavo y medio kilo de queso amarillo. Todo el mundo sabe que el jamón rinde más y la proporción ideal es de setecientos gramos de queso por cada medio kilo de jamón. Más aun si es de pavo ¿Qué planeaba esta fascinante mujer?

— Disculpe, tiene salchichón de tapara, me interrogó.
— No, no nos queda, le dije.

Era mentira. Sin que lo notara, oculté el salchichón de tapara que estaba a mi derecha, justo al lado de la rebanadora.

— ¿Y eso que está ahí, justo a su derecha, al lado de la rebanadora, no es un trozo de salchichón de tapara?, preguntó de golpe con un tono de voz cada vez más ronco y sensual.
— No, respondí en seco.

¡Maldita! Me conocía muy bien. De cualquier forma, no permitiría que se llevara también el salchichón de tapara. No podía contribuir con unos planes inciertos que seguro estaban llenos de perversión.

— Ah, bueno. Está bien ¿Cuánto le debo?, me preguntó mordiéndose levemente los carnosos labios rojos.

Mientras ella se mordía los labios, yo imaginaba guarradas. Es que me provocaba justo en ese instante traerla a este lado del mostrador, ponerla justo contra la pared y…

— Hoy va por cuenta de la casa, respondí como un autómata.

No sé si mi reacción era causada por algún narcótico novedoso o por no tener mujer desde hace tres años, pero lo cierto es que no pude hacer nada más. Quedé inmóvil.

Ella, tomó la bolsa con el jamón y el queso, se dio media vuelta y caminó hacia la salida, lentamente, contoneando su cuerpo a contraluz, mientras se escuchaba un sensual solo de saxo. Yo la veía sin poder hacer nada, con la esperanza de volver a encontrarme con ella dentro de dos semanas. Pero me pasaría como a Joao. El jefe me despediría al darse cuenta de mi desliz. Ya era uno más en la lista de esa femme fatal. La próxima víctima sería Freddy, un inocente muchacho que estaba mirando todo de reojo, mientras limpiaba sus cuchillos en la batea que está por allá.


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22.11.06

Yo quiero


cantar en una banda show, subir al bolívar, enamorarme en el metro, pagar la cuenta, pronosticar —y acertar—, saber cómo llego a tokio, escribir sin ver el teclado, tomar esa foto, un día sin tráfico, dormir contigo en kiribati, ver a la vinotinto en una copa del mundo, un gelato en venecia, observar, que no me preguntes por eso, conocer a mick, soñar más a menudo, tener cinco hijos, tomar el avión a tiempo, ir al piso 11, dormir contigo en brujas, pelear por nada, una fría, estar con mis amigos un rato más, sentirme cómodo en el transporte público, entender si son necesarias tantas loterías, mil películas en dvd, callarte la boca, no hacer nada hoy, ganar en el póker, dormir contigo en pitcairn, saltar en bungy desde el angostura, escribir mejor, devolver el tiempo, ver una peli, que me preguntes, hacer bromas por teléfono, prescindir de tu mala compañía, un poco de agua, patentar mi desorden, dormir contigo en higuerote, verelfinalsentadofrentealcaribejustocuandoempiceaenvejecer, dormir un rato más, casarme varias veces, dibujar mejor, tener comida caliente, jugar para el caracas, una tarde en mérida, saber qué piensas, hacer cine, ir a mesopotamia en paz, aprender poesía, dormir contigo en buenos aires, que el viejo regrese, que me comprendas, ser—más—específico, besarte un rato más, reírme contigo, ser niño, verte feliz, ir al junquito en tren, saber qué hora es, dormir contigo en moscú, recordar tu nombre, a tu hermana, pescar en guacarapo, ir a un boca river, desvelarme viendo tv, pasear sin rumbo, contar un buen chiste, ayudarte, ver el ávila desde mi balcón, dormir contigo en caracas, que pase algo, cantar cuando me baño, fumar un cigarro, escucharte reír, verte otra vez, cocinar el almuerzo, que te des cuenta, jugar chapita, perder el miedo al ridículo, dormir contigo a escondidas, escuchar esa canción, entender, un cuadro de miró, sentarme a escribir, que apagues la luz, una pelea entre razor ramon y el enterrador, querer un poco menos, caminar de espaldas, levantarme temprano, dormir contigo…

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Crónicas de un mochilero (XV)



Fue frente al Pompidou

El sol estaba inmenso y el cielo limpio, sin una nube. La temperatura era agradable para ser una mañana de verano. La gente —que era muy poca a esa hora— estaba feliz por las calles de París. Por lo menos, así lo percibí ese domingo. No recuerdo específicamente qué hizo que me bajara en la estación Châtelet para luego caminar unas cuadras por el Boulevard de Sébastopol. Mi paso era lento. Andaba a la misma velocidad con la que puedes saborear un buen helado.

En mi recorrido por el boulevard busqué, sin mucha suerte, algún sitio para poder tomarme un café. Estaba en París y quería tomarme un café. Tal vez todo estaba cerrado porque era domingo, muy temprano para un domingo al parecer. Saqué el mapa, me senté en plena acera y comencé a preparar mi jornada. Quería llegar —cómo no— a la Torre Eiffel. El mapa que había comprado al llegar a París era muy grande. Terrible. Se desdoblaba en infinitas partes y ubicarse en él era muy complicado ¡Qué carajo! No voy a perder más tiempo buscando. Caminando llegaré.

Mi instinto me decía que debía seguir derecho y cruzar en algún momento. Mi instinto no conocía París y mientras caminaba dejaba cada vez más lejos la Torre Eiffel. En ese momento no sabía que a mis espaldas, a tan sólo tres cuadras, estaba el Sena y que desde ahí se puede divisar la torre. De Sébastopol giré hacia la Rue Rambuteau y luego me metí por la Rue Saint—Martin. Habré caminado unos 20 metros por la Saint—Martin cuando descubrí algo impresionante.

Paré mi andar en seco por unos segundos y contemplé, totalmente sorprendido, aquella estructura. Frente a mi estaba uno de los edificios más increíbles que había visto nunca. No era el más grande, ni el más lujosos, pero sí era el tipo de sitio que te deja con la boca abierta. Mucho más si no esperas toparte con algo así. Aquello rompía con los añejos edificios parisinos. Era como un rompecabezas, parecía de mentira. Era el Museo Nacional de Arte Moderno Georges Pompidou.

Frente al Centro Pompidou hay unos escalones dispuestos de tal forma que permiten que uno se pueda sentar a admirar aquella obra de arte. Adentro, me toparía con Andy Warhol, Jean Arp, Alexander Calder, Jean—Pierre Raynaud, el cinetismo de Cruz—Diez, una brutal exposición de arte chino distribuida en una gigantesca maqueta de Pekín y con Gabriela, la mexicana, mi primera amiga en este viaje. Para llegar a ese punto tendría que esperar hasta las 11 de la mañana. A esa hora abre el museo. Mientras, encontré una máquina de café instantáneo. Ese sería mi primer café en París. Un café de máquina como el que tomo en Caracas. Vainas de la globalización. Me senté en las gradas a comprender el mapa, para hacer algo de tiempo, tomando mi primer café. Mi primer café, frente al Pompidou.

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7.11.06

Cien


Quién lo diría. Van 100 posts. Cien resacas.

Por acá ha pasado de todo en estos últimos meses. Todo comenzó por allá en febrero. Una mañana de ocio. Ahora, lo que fue una iniciativa para ver que tal resultaba esto del blogueo se ha convertido en una rutina. Ojo, una rutina con altibajos. Porque este espacio no es más que el reflejo de quien les escribe. Un tipo normal que tiene altibajos. Hay días en que este tipo amanece con ganas enormes de escribir algo y otros en los que no se presta para eso, pero siempre con un cargo de conciencia por el deber no cumplido.

Este post, uno de los más melosos en la historia de este blog, está acá en agradecimiento a todos los que se dan una vuelta por este sitio. A los que reclaman por la impuntualidad de las crónicas y a los que se atreven a visitar una y otra vez este experimento. Gracias a los que se atreven a publicar algún comentario. Gracias a las gentiles colaboraciones de ustedes, mis amigos. Todo eso se aprecia de este lado del monitor.

No sé qué puede pasar de aquí en adelante. No sé si el ritmo aumente o disminuyan las visitas. Lo cierto es que hasta ahora la he pasado muy bien. Brindo por eso. Cien resacas no son nada.

El Chamo del 114

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Crónicas de un mochilero (XIV)


Paris, al fin

Llegué a París un domingo muy temprano. El hangar principal del Gare du Nord tiene un techo infinito. Es una estructura inalcanzable. Impresionante. Yo me veía diminuto ante aquello.

Decidí en ese momento que no podía perder tiempo y me dispuse a tomar el metro hasta la estación Hoeche. Ahí, según tenía en mis apuntes, estaría a tres cuadras de un albergue juvenil, el Cite des Sciences en Saint Gervais. No hice reservaciones. Nunca las hice en todo el viaje. Me arriesgaba y llegaba al sitio en busca de una cama y un locker para guardar mi pesada mochila.

El metro de París puede ser difícil para un novato por su complejidad. Son 14 lineas que atraviesan toda la ciudad. Así que tome mi tiempo mientras buscaba la forma de conectar con Hoeche. Mientras caminaba por los pasillos subterráneos me topaba con violinistas que hacían competencias entre su música fresca y el típico hilo musical de las estaciones de metro. Si el metro de París es complejo, también lo son sus pasajeros. Aquello estaba repleto de turistas asiáticos, trabajadores africanos y uno que otro parisino. Alguna señora hablaba sola mientras se sostenía fuerte de un pasamanos, otros niños jugaban entre si y había muchos que sólo miraban al horizonte, como perdidos. Curioso es que el horizonte no quedara a más de dos metros de sus narices, justo donde estaba la ventana del vagón.

Al salir de la estación Hoeche me sorprendió el sol que estaba radiante esa mañana. También noté que los periódicos los dejaban amontonados en paquetes al principio de las escaleras de acceso y la gente los tomaba de a uno sin vandalizar. Me sorprendería más tarde, estando en un baño público, que no existieran retretes, sino una especie de hueco en el piso donde la gente deponía sin apoyo alguno.

El Cite des Sciences quedaba en un barrio de iraníes y turcos. Estos inmigrantes poblaron la zona con negocios que no les permitían olvidar sus raíces. Restaurantes de comida típica, centros de telecomunicaciones con ofertas para llamadas a Estambul o Teherán y mercadillos repletos de olores distantes a París.

Después de caminar poco más de 200 metros, di con el hostal, el Cite des Sciences, mi casa en París. Ahí dentro todo era joven, con vida. Había gente multicolor desayunando en el comedor, otros tantos veían las noticias en el televisor de la sala común y alguno se preparaba a salir en bicicleta para dar una vuelta.

En la recepción me explicaron que tenían disponible una habitación de seis personas. Mixta, pregunté. No, sólo para hombres, me contestaron. En principio, me desilusioné, pero no importó. Dejé la mochila guardada en un armario y me explicaron las normas para usar el cuarto de lavandería, el horario del comedor y cómo debía separar mis cosas en la nevera y la alacena.

Subí a mi cuarto y ya a esa hora no había nadie. ¿Quién puede desaprovechar tan solo un segundo en la ciudad luz? Y así, con un koala en el hombro fui rumbo al Metro a ver qué tenía París para mi esa mañana de domingo.

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26.10.06

El muro va


Vamos a dejarnos de pendejadas, yo tengo el poder. A mi muy poco me interesan esos chicanos y sus jornadas laborales de doce o más horas mal pagadas. Hay que evitarlos a como dé lugar. Ya nos estamos llenando de latinos y hay que parar esa guachafita de una buena vez.

A mi no me interesa más nada. Libertad, segregación y discriminación son palabras que uso cuando me da la gana y hoy, justamente hoy, no me provoca. No las necesito. Lo que necesito es cubrir toda la frontera con un paredón inmenso muy al estilo Berlín, porque no quiero chicanos acá. Que ellos resuelvan. Que intenten brincar la cerca. Que hagan túneles subterráneos. Ese no es mi problema. Yo, el bravo, coloco un muro para alejar a los indeseables. A esa minoría que busca apoderarse de mi american dream. A esos pendejos. Pinches mexicanos, no pasarán. El muro estará ahí, como muestra de mi grandeza. Como símbolo de mi desprecio hacia ellos. El mensaje está claro: vayan a chingar a su madre.

Que proteste el mundo entero. No me importó antes, mucho menos ahora. Yo soy el que soy, el propio, el guapo y apoyado. El que va a levantar el muro. El que firmó el decreto. Mexicano que vea brincando esa vaina, mexicano que raspo. Y mexicanos son todos esos bichos que viven al sur del paredón. Todos ellos, los que nos quitan puestos de trabajo indeseables, los que vienen a tener hijos acá que luego se creen norteamericanos, los feos, los latinos esos.

¿Quién los manda a firmar tratados de libre comercio con nosotros? Yo no los obligué. Si hay pobreza de aquel lado, pues es su culpa. Yo voy a lo mio. Ahora que se jodan. Que nos manden la materia prima de allá de la selva y ya. Pero ellos para acá no vienen más. Que se jodan mil veces. A mi, la verdad verdaíta, no me importa. Por eso el muro será fuerte, arrechísimo. Para levantarlo he pensado en contratarlos como mano de obra, para que no estén hablando zoquetadas de mi ¡Hasta trabajo les voy a dar! No se quejen. Les estamos regalando tremenda chamba. Y ahí estará mi muro. Y pasará el tiempo y la gente me recordará…

— … y también recordarán a su madre, señor presidente. Justo antes de ver ese muro caer.


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All in


FiFtyUanA

La semejanza entre el póker y las relaciones humanas es impresionante. El jugador sabe con sus cartas qué combinación puede ligar, pero es necesario ir hasta el final de la apuesta para ganar el bote y descubrir qué tiene el otro.

Ahí está el riesgo y lo dicotómico de este juego. Igual que en la amistad y el amor: hay que llegar a lo último para ganar o perder, y si se corre con muchísima suerte se puede empatar.

¿Confianza en las barajas que se tiene? ¿Saber intuir qué tiene el adversario? ¿Utilizar la mentira para ganar? ¿Descifrar la mentira de los demás? Así se juega. Sin embargo, el que no arriesga no gana. Todo es posible. Existe la misma factibilidad de vencer o correr con la derrota. Gritar: “¡Dame la salsa! ¡Pásame lo mío!” O, la otra cara de la moneda, decir tras un suspiro y con la impotencia que te aprieta la mandíbula: “Qué mala suerte, no pesco ni una gripe”.

Sinceramente, no es una sensación muy agradable ver que otra persona se lleva nuestro dinerillo. Da mucha rabia –créeme-. A veces pasa por no ver un poco más allá de nuestras narices. No nos percatamos de un detallito: siempre está latente, en la mesa, la posibilidad de que alguien tenga una jugada mayor que la nuestra. Es así. No obstante, más insatisfacción proporciona no llegar hasta el fin y sorprendernos con que esa mano o esa partida era nuestra, pero la perdimos por no apostar. ¿Por miedo o por razonar más de la cuenta nos abstenemos de jugar? Es cuestión de azar. ¿Por cuál de esas dos opciones has perdido?

Eso es lo emocionante y lo jodido, tanto en el póker como en la vida. La mejor manera de conocerse a sí mismo es pagar la apuesta, pagar para ver las cartas de los otros. Si no descubrimos qué naipes esconden las demás personas, no sabremos qué tan efectiva o decadente es nuestra estrategia de juego. Cuando todos los que van por ganar voltean sus barajas, empezamos a entendernos a través de ellos. Logramos aprender que la cagamos por confiados y mentirosos, o por caer en la trampa del oponente. Si ganamos y pensamos un poco podemos deducir cómo juegan los demás, cómo mentirles, y lo mejor es que hay más dinero para seguir tentando nuestra suerte.

No cualquier persona cree en sí misma y apuesta todo para saber qué posee el rival. Muchos apuestan todo para que nadie se atreva a jugar, van “all in”, porque se sienten capaces de medirse ante cualquier mano.

Hay que tener valor y picardía para llegar hasta el final. Se abrió el river. No es fácil arriesgar todos los churupos por ver el último naipe sobre la mesa. Cada quien tiene su estrategia de juego, pero sólo gana el que lo apostó todo en algún momento. No te emociones, que arriesgar todo no asegura la victoria, más de una vez es la firma de nuestra caída. Lo cierto es que los grandes jugadores dicen: "quien juega por necesidad pierde por obligación".

Yo juego por diversión, no apuesto para hacerme millonario, lo hago por el placer de perder o ganar. He perdido más de lo que he ganado. Eso sí, pago por ver las demás cartas, he aprendido a mentir y a que me mientan. He aprendido qué es perder todos mis centavos. Simplemente: He jugado. No me gusta quedarme con la duda, puede que por eso no gane con mucha frecuencia. Pero sólo es dinero. No me arrepiento, -¿qué ludópata no?- pues lo hice por diversión. Mis pretensiones no son las de hacerme rico a costilla de la diosa fortuna. Es sencillo, más de lo que imaginas. Me gusta ver las cartas de mis adversarios, que por lo general son mis amigos. Una pregunta: ¿Tú cómo juegas?

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25.10.06

Es triste cumplir años así


La doña
cumplió hoy [ayer] sesenta años y nadie se enteró. Y eso que en toda la puerta de entrada hay una placa que lo recuerda. Muy atrás quedó su época de gloria, doña. Ya no es más que una leyenda. Su tiempo pasó. Está olvidada por todos. Por los estudiantes, profesores, obreros, y por la directiva. Por sus hijos, pues. Es una malquerida y eso es triste.

No es ni la sombra de lo que fue. Lamentablemente ese es el destino de los ancianos por estas tierras. El trópico parece que no nos deja valorar su longevidad. De ser referencia obligada pasó, sin darse cuenta, a ser una Escuela más. Una del montón. No me atrevo a afirmar que usted es la culpable. Mucho menos que de sus entrañas no salga nada bueno, pero hay que ver que usted se merecía otra cosa. Tanto desdén no lo aguanta nadie. Tanta apatía es como mucho.

Hoy no me queda más que brindar por lo que alguna vez fue. Brindar por el pasado y creer que habrá un futuro mejor -ilusiones de chamo-. Por una renovación total. Cuanto me gustaría que le volvieran a agarrar cariño del bueno. Ese cariño que usted se merece. Por lo menos, algo de respeto. Un detalle. Cualquier cosa, mi doña.

Difícil será olvidarla. Igual de duro es tener que recordarla en ese estado. Lo bueno: un montón de grandes amigos con los que tuve el placer de compartir aulas para aprender a diario de todos ellos. Vivimos durante todo este tiempo en una Escuela en decadencia. Lo sabíamos y no pudimos hacer nada. Lástima, doña. Es una lástima por usted.

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24.10.06

Estoy enamorado de ti


Te amo completica. Con tus virtudes, evidentes, que me me atrapan. Con tus defectos, que me atrapan igual. Estoy perdido. Enamorado. De tu largo cabello negro, de tus ojos azules, de tu rostro perfecto, de tu contoneo. Amo tu espalda, y más allá de eso, amo tus nalgas. Tu cintura es mi delirio. Tu voz, perfecta. Te amo.

Amo cuando bajas del barrio y tomas el metro. Amo cuando te vas de shopping al Centro Comercial de moda con tus amigas. Amo a tus amigas y a las amigas de tus amigas. Amo cuando te importa muy poco la moda y eres tú, sin maquillaje. Te amo cuando sudas y cuando palpitas. Me vuelves loco. Mil veces loco. Te amo, nena.

Amo cuando no sabes que existo y si existo no me amas. Amo tu desprecio, amo tu seguridad. Te amo entera cuando me dejas hacerlo. Te amo, nena.

Es una sensación indescriptible. Siempre te quiero a mi lado, porque te amo. Ya no me abandones más. No te hagas la loca. O hagas como que no me conoces cuando te digo algo por la calle. No creas que soy obsceno, nena. No. Simplemente estoy enamorado de ti. Cuando te levantas y cuando nos vamos a dormir juntos. Te amo, nena.

Amo sentirte, o no. Amo cuando peleas milvecesporhora, esas son tus revoluciones y te amo por eso. Amo cuando estas casada o conmigo o eres la novia de alguien o la mia. No importa, porque en el fondo te amo, nena.

Te amo cuando eres ingeniero, buhonera o ama de casa. Oh, cuanto te amo cuando no haces nada. Y cuando lees. Y cuando me lees te amo más. Amo tus locuras cuando eres una niña de tu casa o cuando eres la mejor de las amantes. Cuando estás embarazada, te amo por mil; y cuando crees estarlo, también.

Te amo acá y allá. Si llueve o si llueve menos. Cuando eres la más superficial y cuando eres intelectual. Qué importa nada, qué importa todo si me tienes enamorado a tus cuarenta años o a tus 18. Te amo, mujer. Te amo.

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Jurungando mi iTunes


Esta semana:

Andrés Calamaro

El Calamaro tiene dando vueltas por el mundo de la música desde los ocho años de edad cuando aprendía a tocar el bandoneón. Desde ese mismo instante, se dio inicio a una carrera que ha dado giros increíbles. Después de formar parte de varias bandas, por allá por los años 80, Calamaro decide dar un primer paso como solista dando vida a su disco: Hotel Calamaro. Algunos temas de este álbum fueron producidos por Charly García y Fito Paez participó como colaborador en otros tantos.

A pesar de estar tan bien apadrinado, los ochenta fueron años tormentosos para Andrés. Después de pasar casi desapercibido por el público y no gozar de mucho apoyo por parte de la crítica, Calamaro decide radicarse en España, y es allí dónde forma la banda Los Rodríguez. En la década de los noventa, Andrés Calamaro sacó a flote toda su creatividad y la hiperproductividad del artista lo llevo a publicar cuatro discos con Los Rodríguez, cuatro como solista —el último de ellos, El salmón, disco quíntuple—, infinidad de colaboraciones y uno que otro out—take que rodó por internet. Lo más reciente: El cantante, disco acústico con varios covers de clásicos de la música latino americana... y en noviembre llega El Palacio de las Flores

La canción de hoy: En una entrevista, hace varios años, Calamaro fue interrogado por Jaime Bayly sobre su nuevo corte de cabello. El Calamaro respondió; “Che, qué querés. Lo corté y me lo fumé.” En ese momento debió sonar Aquí no podemos hacerlo. ¡Salud!

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güanabi bloguer, a blogstar


Leyendo varios blogs venezolanos, me di cuenta que el reportaje publicado en Todo en Domingo sobre la el way of life del bloguero criollo ha levantado polvo. Las críticas están por doquier. La periodista que realizó el trabajo ha sido cuestionada por muchos. En algunos casos se le acusa de no estar pendiente, de ser la campeona mundial en el copy/paste, o de no resaltar los aspectos “realmente importantes” de la blogósfera nacional. Pendejadas.

A mi, más allá de la posible superficialidad con la que se abordó el tema, me preocupa la reacción colectiva sobre el asunto. Se respira en el ambiente ganas de linchar a la periodista. Señores, calma y cordura. La cosa no es para tanto. Hay que entender, de una vez por todas, que no siempre estaremos complacidos con lo que se escriba sobre nosotros y mucho menos la gente que escribe sobre nosotros tratará de complacernos.

En principio, debemos estar claros que para profundizar sobre todas y cada unas de las características que están vinculadas al universo blog sería necesario dedicar completamente la edición aniversaria de la revista dominical de El Nacional para abordar el tema. Todo esto da para una tesis doctoral.

Queda claro que debemos aprender a leer entre líneas cómo nos ven desde afuera ¡Claro que nos debe preocupar que se nos vea con superficialidad! Lo alarmante está en que algo estamos reflejando mal ¿o no?

De cualquier forma, creo no existe unanimidad tan siquiera en la definición de qué somos como comunidad. Así que si nosotros no estamos claros, mucho menos estarán los demás.

En definitiva, debemos comprender que somos un fenómeno —con todas las implicaciones del caso— muy joven que está en constante mutación. Aun nadie sabe digerir lo que esto significa y el alcance que pueda tener.

Lo que sí me ha quedado claro con toda esta polémica es el enorme ego colectivo que compartimos como blogueros. Somos agrandados, señores. Terriblemente agrandados. Creo que el primer paso es, como dicen en AA, aceptar que padecemos el problema. Luego, debemos aprender a exteriorizar lo que somos. Tenemos que darnos a conocer, pero primero conocernos bien. Mientras tanto, no seremos más que unos blogueros güanabí, con enormes ganas de figurar y llegar a ser un blogstar.

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11.10.06

Fragmentos caraqueños


Título: Sin título
Técnica: digital
Locación: Parque Jesús David Garmendia
Fecha: Septiembre 2006
Autor: Oscar González Grande

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10.10.06

Jurungando mi iTunes


Esta semana:
Héctor Lavoe

Alguna vez existió un genio sobre el escenario. Un hombre que supo conquistar al público con sus increíbles improvisaciones y característico buen humor, dándole un nuevo sentido a la salsa. Este hombre fue bautizado en su natal Puerto Rico con el nombre de Héctor Juan Pérez. Estando en Nueva York se daría a conocer como el cantante de los cantantes, el hombre que respira bajo el agua, Héctor Lavoe.

Formó una de las llaves más exitosas dentro de la música latina, junto con Willie Colón y su banda. El público amaba a Héctor, y eso quedó demostrado en múltiples oportunidades, a pesar de los desplantes del sonero, producto del uso de drogas fuertes, especialmente la heroína. Una jeringa infectada transmitió el Sida a un debilitado Héctor que moriría en 1993 a causa de la enfermedad. Ese año nació la leyenda.

La canción de hoy: El Rey de la puntualidad, interpretada -en son de "joda"- por el más grande, el señor Héctor Lavoe.


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8.10.06

Crónicas de un mochilero (XIII)

A una noche de París

Ya mi estadía en Barcelona se había prolongado por muchos días. Una semana más de lo que tenía previsto. Había llegado el momento de empacar todo y comenzar el verdadero viaje. En los planes originales, los que teníamos en mente con varios meses de antelación, el Tuyío y yo recorreríamos Europa. Por lo menos, él me acompañaría por una buena parte del camino. Pero, como siempre sucede en estos casos, lo que teníamos previsto no se cumplió.

Jorge, su hermano mayor, estaría hospitalizado unos cuantos días a causa de las quemaduras, así que el Tuyío decidió quedarse con él. Acto —comprensible por demás— que me dejaría a la deriva. Si bien es cierto que me había planteado el viaje como una aventura, nunca imaginé sus dimensiones, porque nunca tomé en cuenta que me encontraría completamente sólo en países desconocidos. Mi único respaldo serían los apuntes de ciertos hostales que había encontrado por internet estando en Caracas y mi dominio estándar de el inglés, única lengua que me serviría para comunicarme fuera de España.

Ese tren que me llevaría desde la Estación de Sants, en pleno corazón férreo de Barcelona, hasta el Gare du Nord, en la mismísima ciudad de París, sería mi primer tren. Nunca antes había viajado en uno y no sabía realmente cómo funcionaba el sistema. Me encomendé a la lógica, que también sirvió de mucho, aunque la práctica me demostraría luego que la lógica no es infalible.

Salí con rumbo a Francia un sábado a las 20:00 horas. Todos los viajes largos en tren los pensé en horario nocturno, así podría aprovechar al máximo los días. Minutos antes, mientras esperaba en la estación para abordar mi primer tren, tuve miedo por un instante. Me sentía desnudo. Éramos mi mochila y yo. Nosotros contra lo que viniera, contra lo desconocido que, pronto, ya no lo sería más.

De tanto pensar en lo que estaría por venir se me pasó el tiempo y al fin llegó el tren. Las primeras horas del trayecto las pasé imaginando, fantaseando. No podía quedarme dormido. Los pequeños asientos tampoco ayudaron mucho en ese sentido. El tren se detuvo en la frontera franco—española. Ahí tuvimos oportunidad de bajarnos, mientras los mecánicos del tren lo colocaban en los rieles franceses. Fue el lugar perfecto para dormir un poco. Compré una botella de agua y me tiré en el suelo de la estación usando la mochila como almohada. Ya era oficialmente un mochilero.

Pasaron menos de treinta minutos y abordamos otra vez. En ese momento volví a pensar en lo que estaba por venir. ¡Qué carajo!, me dije. Lo mejor está por pasar. No imaginaba lo que me tocaría vivir durante las próximas siete semanas. Lo único que tenía seguro es que primero sería París.

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6.10.06

Mis compañeros de trabajo


En estos días estaba actualizando mi curriculum vitae. Cosas de ocioso, porque en realidad no pienso llevarlo a ningún lado. Lo cierto es que me di cuenta que he matado tigres en un montón de trabajos. Puedo ser, sin dudas, el Sandokán de los nuevos tiempos. No importa la envergadura del felino, ahí estoy yo para dar cuenta de él. He hecho casi de todo. Desde entrar al mundo de la pirotecnia, pasando por las artes gráficas y el doblaje de voces. Todo, sin tener experiencia previa en nada. Hasta de taxista trabajé una vez. Repito, cosas de ocioso.

Recordando y recordando, di con un montón de personajes particulares que alguna vez compartieron labores conmigo. De verdad, la fauna de personas raras es variopinta e interminable. Una vez encontré a uno de mis compañeros oliendo pega, tengo otro que es adicto a la pornografía en internet, me he topado con borrachos, ludópatas y mitómanos. Gente bien rara; de esos que usan peluquín o el mismo flux todos los días por cábala.

De todos, hay dos personajes que se llevan los honores:

  • Joao. Es uno de los tipos más raros que nunca conocí. De verdad que es muy singular. Tal vez su aspecto atolondrado ayuda un poco. Está todo el tiempo en silencio, pero es un silencio incómodo, sobre todo porque cuando ya se ha pasado un tiempo con él se sabe que en cualquier momento dirá algo que carece de coherencia. El tema no es su incoherencia, sino la forma cómo dice las cosas. A nadie toma por sorpresa cuando va a hablar, porque en su rostro se refleja toda la mecánica, en cámara lenta, de lo que vendrá. Y uno lo mira, seguro de que algo va a soltar y ¡pum! lo dice, pero no se le entiende bien. Habla para adentro, con vergüenza. Entonces él, sabiendo que nadie entendió, repite lo dicho. En este punto aun ninguno ha comprendido lo que quiere decir y él se pone nervioso. Tanto, que es capaz de perder el control y entrar en pánico y quedarse inmóvil. Y a uno no le queda otra alternativa más que hacerse el loco, también.

Además, Joao debe tener el récord mundial de resistencia al chalequeo. Impresionante. La cuerda de jodedores con los que trabajamos no hacían más que burlarse de él. Y él, como si nada. Se abstraía y en su rostro se reflejaban ganas de revancha, cosa que nunca llegó. Cosas de las personas buena gente.

  • Cuando conocí a la señora Nela, yo estaba muy chamo. Pero recuerdo a la perfección que desde siempre habló de sus criaturas. Todo el tiempo. Todos los días. Decía que estaba preocupada porque la menor estaba enferma y necesitaba unos remedios. También contaba las travesuras de el mayor y lo pícaro de su rostro. Un buen día me llamó por el teléfono interno para presentarme sus bebés. Cuando entré a su oficina me dijo: “Conoce a Carlos II. Es una belleza. Ella es Petunia.”. Carlos II y Petunia eran unos quelonios. Dos tortugas que la señora Nela tenía en una cesta. Con el paso del tiempo comprendí que también le decía criaturas a todos sus animales. Gatos, pájaros, perros y pare usted de contar. Nunca olvido su frase favorita: “Cuanto más conozco al hombre, más adoro a mis criaturas”. Cierto.
Esta señora, la señora Nela, dice que vivirá hasta los 140 años y me confiesa —porque me convertí, sin pedirlo, en su confesor—, que su vida sexual es maravillosa y plena, a pesar de sobrepasar las seis décadas de vida. Ella habla y yo escucho, porque no puedo hacer otra cosa. Ella entra en detalles que me ruborizan sin ser yo un tipo casto. En esos momentos me siento un poco como Joao.

Recomendaciones de hoy: El blog: Sara desesperada - El sitio: Sandokán - La peli: Rocky (I), dirigida por John G. Avildsen - El trago: Sex in the post office - La Ñapa: Ticos, pioneros en emergencias de animales

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5.10.06

De póker, amistades y las que ya no lo son


Mercedes se está bañando en las orillas del río
Mis ojos la están mirando pero es de un amigo mío

Yo no quisiera mirarla pero no tengo la culpa

Se parece una esmeralda con flores de chupa chupa

Que yo le avise a mi amigo muy difícil me resulta

Mercedes — Simón Diaz

La complejidad de las relaciones humanas es asombrosa. Imagina lo difícil que es de por sí entablar una buena relación con un semejante desde el mismo momento en que lo conoces, cuando se dan ese rutinario apretón de manos o aquel desabrido beso en la mejilla. Luego, debes traspasar las barreras previas que suponen los estereotipos. “Es un negro buena gente”. Y todo comienza ahí.

La meta, sin proponerla como tal, no es otra que la de hacer un amigo. Alguien que te conoce bien y al que tú conoces mejor. Todo lo que eso implica. Las horas invertidas. Los momentos agradables/desagradables que hay que atravesar. Lo difícil que es lograr un verdadero amigo. Porque para que alguien goce de tu amistad real, has tenido que dejar a otras personas en el camino. Simplemente, no cumplen con tus expectativas. No tienen el perfil que requieres. Así que los catalogas. Pasan a ser conocidos, panas, compañeros, camaradas, pero nunca amigos. Algo les falta.

Todo, porque se piensa en una amistad como una buena mano, un full en el póker. Cuando tienes un full, no piensas en más nada. Estás seguro. Vas a por todo, y vociferas tu all in a cualquiera en la mesa. Se te olvida que, por poco probable que parezca, alguien más puede tener un póker de ases gracias a las cartas comunes que están en la mesa. Cartas comunes que pueden tomar forma de mujer, dinero, política, celos, familia, traición, cualquier cosa.

Y llega el momento de la verdad. Todo el asunto de la amistad pasa por un examen sorpresa, y tú, por supuesto, no te enteras nunca. Tu amigo tampoco. Es que en esto de las relaciones humanas nada está escrito y cualquier cosa puede suceder. Es la vida misma.

Se presenta el dilema y se toman las decisiones, que a su vez provocan reacciones que sólo conducen inevitablemente a dos caminos. El primero es corto y no los lleva más allá. Se acabó. El otro, tan largo como una vida entera.

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Recomendaciones de hoy:
El blog: Diario póquer - El sitio: Test de amistad (...) - La peli: Amistad, dirigida por Steven Spielberg - El trago: White Lady - La Ñapa: El antiguo amigo de Abramovich

4.10.06

Adivina quién regresó…


Es así, estoy de vuelta. Oxidado. Tratando de agarrarle el ritmo al blog. Estoy de vuelta. Me doy cuenta que todo está hecho un desastre por acá. Como debe ser, así que eso me hace sentirme cómodo, otra vez.

Mi desaparición no fue a causa de secuestro alguno, así que, esta vez, no es culpa de la súper famosa inseguridad capitalina. Tampoco se me olvidó el password para entrar a la cuenta de blogger. Mucho menos me enamoré y me fui a vivir un idilio romántico a orillas del Caribe. Las razones de mi ausencia son mucho más aburridas. Lamentable. Lamentable, pero cierto ¡Qué se le va a hacer! Me desaparecí poco más de dos meses y punto. Ya tendremos tiempo de hablar sobre eso.

Ahora, como cambiando de tema, tengo que ver cómo demonios me las ingenio para volver a recuperar a la gente que antes merodeaba por acá. Tarea difícil. Pero ya se sabe que en este mundo todo puede pasar y, como dice cualquiera, la esperanza es lo último que se pierde. He pensado en varias tácticas, nada novedosas —¿quién dice que deban serlo? [pues, tú hiciste la mención unas palabras atrás {¡ah, cierto!}]— para hacer que los lectores agarren cariño a este blog. A saber:

  • Publicar fotos de chicas seisis, usando diminutos cacheteros (opcional). Preferiblemente hembras del jet set local, para aumentar el morbo farandulero ¡Es un tiro al piso! Ya me imagino el exitazo: “Hoy, fotos de Titina Penzini — Además, sesión especial con las hermanas Wandersauer — No se pierda las confesiones calientes desde el Country de Carmita de Brille” [nota mental: llevar esta propuesta en limpio a la Cadena Capriles].
  • Ofrecer parte de la renta petrolera a cada uno de los visitantes que ingresen al blog. Se me ocurre que podría ser por medio de un mecanismo novedoso basado en una tarjeta —tipo prepago— que se llame: “Mi costilla”. El slogan lo puedo sacar de algún coro pegajoso de una canción de reggueaton que esté de moda. [nota mental: pulir esta idea para que no parezca tan populista].
  • Lanzar mi candidatura presidencial para diciembre próximo. [nota mental: ¡coño, eso cómo que ya lo hice!].

En fin, algo tengo que inventarme. Por ahora, les dejo la primera entrega de “Muñecos de váter”. Desventuras de un personaje que está pintado en la pared.

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Recomendaciones de hoy:
El blog: El blog intelectual - El sitio: Periodismo de Paz punto org (enhorabuena!) - La peli: Elipsis, dirigida por Eduardo Arias-Nath - El trago: Rum Aid - La Ñapa: El secreto de una larga vida: sexo y cigarros

Muñecos de vater



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21.7.06

Voy por un paquete de cigarrillos y vuelvo


hijo
No vale la pena pararapan pan. Con el perdón de Juanga, comienzo estas líneas con una frase que resume el valor de las buenas cosas; esas hechas a conciencia y con esmero. No vale la pena.

Mirar bonito a alguien no vale la pena. Eso simplemente viene a corroborar la idea general de que eres un buzo, un loco en el mejor de los casos o un pervertido enfermo que, por desubicado, debería morir de tos. Hey tú, anormal: no eres ni seductor, ni romántico, todos saben a dónde apuntas y con qué apuntas. Olvídate de eso, wey. No te vistas, que no hay quien te desvista.

Lo mismo va con los que le echan bolas al estudio. ¿Trasnocho? Déjalo para el cine. Eso de amanecer haciendo tareas, de pasar de largo el sueño e irse de corrido a clases, pasó de moda; y lo que anda fuera de fecha, como se sabe, al pipote de la basura (o al traste, para los más internacionales). Siempre habrá quien luzca mejor, sea más popular y a fin de cuentas, estará mejor capacitado para cargar con el orgullo del éxito. Esto, como verdad incorruptible de la vida, es ley.

Trabajo, trabajo y más trabajo, eso mejor déjalo para los del ejército, pues es allí “donde se forjan los líderes del futuro”. Lucha, pelea, procúrate esa mejor posición laboral, la satisfacción de haber currado hasta no poder más te llenara de alegría y de vacío. Al final, la mejor posición laboral no es la que logras con esfuerzo, sino la que adoptas para llegar a donde deseas; ya sea un aventurero 69, o un clásico misionero con el jefe.

Pero para ti, estoy equivocado. Lo que para mi da en el palo y a la bolsa, para los demás no es sino un sordo grito de desesperación e impotencia. “Este pana erró el tiro y al banquillo”.

La frustración me abre los ojos, la inefectividad es redentora, burocrático dolor de bolas, un proceso en el que estamos solos.

Despedida. Fin.

Más que un hasta luego, un adiós.

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20.7.06

Esto es un micropost

¿Has estado ahí?

Donde el frío, es realmente helado. Donde un vaso de vodka, sabe realmente a vodka. Donde, paradójicamente, tú eres un yo.

Una vez pasé y me quedé. Estacionado, inmovil, sudando, sin miedo al vértigo, sin dar lugar al déjà vu y me pareció verte desnuda, por última vez.

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Fragmentos caraqueños


Titulo: Levita
Técnica: Reflex
Locación: Frente a la casa de Bolívar
Fecha: Diciembre 2005
Autor: Marcos Mendoza Saavedra

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16.7.06

Crónicas de un mochilero (XII)


La gent blaugrana

Tot el camp
és un clam
som la gent blaugrana
Tant se val d'on venim
si del sud o del nord
ara estem d'acord, estem d'acord,
una bandera ens agermana


Ahí estaba yo, con mi camisa del Boca Juniors, cómodamente sentado en un asiento de la segunda bandeja, justo en el cráter de un volcán que tenía muchos años con ganas de hacer erupción: el Camp Nou. A mi alrededor habían poco más de 98.000 aficionados del Barca; todos sedientos de victoria.

Desde afuera, el Camp Nou no sorpende por sus dimensiones. “Es que el estadio es engañoso. Igual que los culés. No se puede confiar en ellos”, me dijo un amigo, hincha del Real Madrid, por supuesto. Lo cierto es que este recinto, el más grande de Europa, está construido por debajo del nivel de suelo, así que las personas que caminan por la avenida Aristides Mallol apenas detallan la parte superior del estadio; lo que sobresale del subsuelo. El resto del coso está adherido a lo más profundo de las entrañas de la ciudad; así como todo lo referente al FC Barcelona. Hablar de la ciudad condal y del club que lleva su nombre, es prácticamente lo mismo.

Esa tarde/noche se celebraba el tradicional trofeo Joan Gamper, en honor al fundador del club. En este partido se hace oficial la presentación de toda la plantilla a la afición. Así que el espectáculo siempre promete. La voz del estadio va anunciando a cada uno de los jugadores antes de saltar a la grama y el público responde con gritos de euforia cada vez.

A mi lado estaba un aficionado culé que durante todo el partido no hizo más que quejarse del equipo. Con su voz ronca y desgarradora, gritaba a los cuatro vientos cualquier cosa que se le venía a la cabeza: “¡Me cago en los muertos de tu abuela, Rijkaard!” “¡Gerard al Valencia!” “¡A mover el culo, gilipollas!” “¡Geraaaaaaard al Valencia!” “¡No me rompas los cojones!” “¡Gerard al Valenciaaaaaaa!”. Todo le parecía mal, especialmente todo lo que hacía Gerard. Nada estaba ejecutado correctamente por los jugadores en el campo. Este señor sufría del síndrome de “DT en tribuna”, enfermedad que aqueja a más de uno que siempre cree saber más que los entrenadores, el presidente del club y el todopoderoso Johan Cruyff. —Mentira, lo que dice Cruyff en Barcelona es palabra santa.—

Los bosteros se adelantaron en el marcador. Anotó el gol un tal Carlos Tévez y lo celebró en grande. Fue un disparo que pegó en poste superior del arco y apenas traspasó la linea de gol. FC Barcelona 0 — Boca Juniors 1, se leía en la pizarra electrónica. Yo, estaba muy feliz. En principio, porque Boca es un gran club; después, porque eso hacía molestar mucho más al tipo que estaba a mi lado; también, estaba acompañado por El Tuyío, Arturito, Jorge y El Maestro, todos culés hasta los tuétanos, así que eso los amargaba más y despertaba el fantasma de no ganar un título en años; por último, soy madridista y es intrínseca la alegría en mi cuando el Barca cae en desgracia. Qué se le puede hacer.

El Barca reaccionó después del gol encajado. Para mi desgracia, ese año a la nueva presidencia del club se le había ocurrido fichar a un jugador brasileño. Un tipo que hace del fútbol un deporte inverosímil con tanta magia y, para más, se la vive mostrando una gigantesca sonrisa imperfecta, cargada de alegría y de inocencia infantil. Él, realmente juega con el fútbol: Ronaldinho Gaucho. En ese primer partido ante su nueva afición, Ronaldinho parecía decirle a todos que nuevos tiempos llegarían. Caños, pases magníficos y paredes irreales nos regaló el carioca en su primera noche. Nosotros —porque no puedo negarlo— respondimos con aplausos infinitos.

El Barca empataría un juego que, luego, ganaría en penales. Como si hubiese escuchado durante todo el encuentro esa voz atorrante y carrasposa que tanto le recordaba lo mal que jugaba al fútbol, Gerard anotó el tanto de darle el empate a su equipo y lo celebró viendo hacia donde estaba sentado el viejo a mi lado. Gerard parecía verle a los ojos. En nuestra fila se sintió un silencio que duró un par de segundos, a pesar de que el estadio se caia de emoción. En eso, mi vecino de butaca sólo grito: “¡Yo sabía, chaval! ¡Qué gran gol! ¡Qué grande eres Geraaaaaaaaaaaaard!”

Recomendaciones de hoy:
El blog: Hala Madrid - El sitio: Real Madrid - La peli: Real, la película, dirigida por Borja Manso - El trago: Madrid - La Ñapa: "illa, illa, illa, Juanito maravilla, se ve, se siente, Juanito está presente"

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13.7.06

Querido lector:

De un tiempo para acá, tal vez has notado que algo pasa en nuestra relación. Ya no es lo mismo de antes. Tal vez nos creamos muchas expectativas. Quizá fue la rutina. ¿Qué sé yo?
De mi parte, sólo te puedo decir que fallé muchas veces, pero es de humanos errar. Y yo, a pesar de toda esta virtualidad que nos rodea, lo soy. Además de humano, desordenado. Muy desordenado; cosa que va bien con mi caos particular, pero que es muy difícil de comprender para otros —no es una indirecta con vos—.

Sé que reclamas un poco de atención. Estás en todo tu derecho. Pero creo que eres bastante egoísta. ¿Acaso te he reclamado por no comentar en alguno de los post que publico? ¿He puesto alguna objeción cuando me entero que andas visitando otros blogs y te olvidas por completo de la existencia de este espacio? Tu egoísmo no te deja ver eso. Estás ciego.

No creas que no he notado que ya ni pasas por acá. El abandono es mutuo. Pero tal vez la culpa sea mía. Tal vez yo tenga que mandar todo al carajo y sentarme a escribir pendejadas en la computadora por el resto de mi vida. Seguro que eso te gustaría. Y cómo hago con el resto de mis vainas ¿De dónde saco el cochino dinero que me gasto en alcohol si no trabajo? ¿O es que ahora no te gusta que me beba el sueldo? Porque, te recuerdo, que cuando nos conocimos yo ya era un borracho.

De cualquier forma, yo no quiero perder todo lo que hemos logrado. No voy a botar por la borda tantos meses. Me voy a esforzar. Sacaré tiempo de donde no lo tengo, como muestra inequívoca de mis puras intenciones, pero exijo lo mismo de ti.

Me ha costado mucho hablar de esto contigo. Pero creo que era inevitable. Tenía que dar la cara. No me gusta estar en plan de “hacernos daño”. De cualquier forma, no eres tú. Soy yo.

El Chamo del 114

Nota del chamo: Siempre hemos tenido las reglas claras desde el principio —sólo te lo recuerdo en tono afable—: “La monstruosa resaca que produce la brutal ingesta de ron en los bares de Caracas deja como consecuencia espacios como éste. Las autoridades deberían tomar medidas urgentes para estos casos ¡Ja! Está claro que este blog puede quedar abandonado muy pronto, porque no hay ratón que dure cien años.”

11.7.06

hijo

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8.7.06

Tengo mocos


hijo

“Hola, qué tal. Soy gripe. Seguramente me reconoces por mi participación en episodios tan importantes de tu vida como tu matrimonio, tus vacaciones, tu primer beso o uno de esos días cualesquiera en los que pretendías comenzar algo grande. – Hija de puta! – Presente”.

La espalda duele, los ojos cierran temprano. La voluntad no vino y las ganas de hacer se hicieron nada. Moco como lava (por ardiente, no por limpio). ¿Y la garganta? Arde. Limonada con pastillas: Muy bien. Estar mejor. Mentira, sólo por un rato.

Dispensen las molestias. Trabajamos para su comodidad.

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2.7.06

Catalepsia

A Daniel, por recordar en estos días su ya superada crisis existencial de bachiller.
A Bono.
A mí cuando tenía 15.


A quién se le habrá ocurrido comprarlo de saqui—saqui. Ese olor me perturba; pero no tanto como la profunda oscuridad. Aunque lo peor de todo es el aburrimiento. Ya me fastidié de tararear canciones de Lavoe, cosa que no es fácil. No hallo qué hacer. Ni un sudoku tengo para pasar el tiempo. Qué aburrido es todo esto acá.

Me pregunto por qué nadie esperó un poco más. Creo que es culpa de la ciencia. A la larga, los médicos son como la televisión: todo el mundo cree ciegamente lo que dicen. Pero el azar también influye. Me tocó el peor de todos los matasanos de la comarca, aunque sea compadre de mi buen amigo Tito. Lo mio fue cuestión de –mala- suerte; así como sintonizar uno de esos nuevos programas de PNI y que el control remoto se quede sin baterías.

¡Qué hijueputa es ese doctor! Espero que, por lo menos, no sea egresado de la Central. ¡Qué raya!

Ahora, por qué nadie esperó un poquito más. ¿Será que el chivúo me está pasando factura por andar pregonando mi agnosticismo? ¡Jaaaaaa! Por lo menos aun conservo mi sentido de humor. ¡Ja, ja, ja!

Seguro mi mama está llorando en este momento. Pobrecita mi vieja. Tanta vaina que le eché, pero esta vez superé todos mis récords anteriores —creo—. Olvidados deben estar los mordiscos que le hacía a mi hermano mayor en medio de las trifulcas de siempre y que tanto sacaban a mi madre de sus cabales. Seguro que mi viejita ahora no recuerda las magníficas obras de arte que plasmaba en las paredes de mi recién pintado cuarto de infancia, con ayuda de unas témperas que ella me había comprado para clases de artística. Mil cosas. Escapadas, eternos ataques de adolescente traumatizado, novias que no le gustaban. Ahora me siento culpable por estar acá en plenos carnavales.

Pobre de mi mujer. Se veía tan triste. Me daba cosa verla así, tan devastada. Aunque estaba como demasiado destrozada. Ella es de profesión actriz, pero de las mediocres. ¿Será que está mejorando en su oficio? Bah, no creo. Ella me adora. Alguien debe estar en este momento al lado de la pobre. ¿Quién estará consolándola?… ¡Coño, seguro es alguno de mis amigos! ¡Qué no sea Tito!

Seguro que es el sangre e´ chinche del Tito. Yo siempre sospeché que a él le gustaba mi hembra. Creo que fue desde que me dijo, en medio de una de sus borracheras: “¡me gusta tu hembra!” ¡Con razón miraba atentamente por la tapa del ataúd! Él sí se quería asegurar que no me levantara. Malvado, Tito. Capaz estará planeando como entrar en MI cama, con MI mujer, después de beber MI brandy ¡Tito! Ahora me arrepiento de no haber tenido, por lo menos, tres muchachos con ella y ponerla deforme. Sólo a mi se me ocurre pagar por su operación de tetas y no poner esas mamas a trabajar. Ahora vendrá Tito, el fresco, en plan de querer palpar el trabajo del doctor Pacillo.

Calma. Sé que gritar ya no vale de nada. Eso aumentaría mi desesperación. Apenas si me puedo mover. Aquí adentro apesta a muerte. ¿Seré yo? ¡No! Es el saqui—saqui. El saqui—saqui húmedo huele mal.

Yo que soy un carajo tan de pinga. ¡Me va a tocar pasar por esto! Por lo menos espero que nadie se entere. Si alguien lo sabe, me jodí –más aun-. Ya me imagino el chistecito post mortem en boca de todos cuando escuchen en alguna boda la canción: “No estaba muerto…” ¡Qué mierda! Seré recordado por una canción que versionó Roberto Antonio.

¿Quiénes estarán a mi lado? ¿Quién sera mi vecino? Espero no sea algún malandro. ¡Seguro es un malandro! Me imagino a todos sus amigotes bebiendo anís el día de su cumpleaños; así como cuando celebraba los míos. Esta vaina se llenará de manganzones armando alboroto con su botella de miaoevieja, acompañados por un brujo de tercera fumando tabaco.

¡Qué carajo! No me voy apreocupar. Ahora sólo debo esperar; al igual que todos. De alguna forma —y sin saberlo— ya están metidos aquí, lo demás es cuestión de suerte. Por lo menos a mi no me cremaron…

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1.7.06

hijo

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29.6.06

Fragmentos caraqueños


Titulo: Vacíos
Técnica: Color Digital
Locación: Enalgunlugardelosnaranjos
Fecha: 2006
Autor: Ariana Basciani

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25.6.06

Crónicas de un mochilero (XI)

“Hoy conocimos Montjuic”

El Tuyío debía hacerle compañía a Jorge en el hospital. Así que sólo Cori y yo nos dedicaríamos a recorrer Barcelona. De todos los del grupo, éramos los que conocíamos menos la ciudad. De cualquier forma, decidimos comenzar por Montjuic. De referencia sabíamos que era una montaña —¡duh!— y que ahí estaba el estadio del Spanyol. Sólo eso.

Tomamos el mapa y vimos que se podía subir en teleférico. Así que fuimos después del desayuno hasta allá. Pasamos todo el día juntos y en la tarde regresamos al apartamento. Un par de horas después, ya casi de noche, quedamos con El Tuyío para ir a cenar algo los tres. Nos queríamos dar un gusto.

En principio, teníamos planes de ir al Hard Rock Café, pero el sitio estaba muy lleno y no valía la pena tanto agite para comer unas hamburguesas. Caminamos un poco por La Rambla y dimos con el sitio: un restaurante italiano que quedaba cerca de Plaza Catalunya. Nos sentamos en una mesa que estaba en piso superior del local y ordenamos.

— ¿Qué hicieron hoy?— nos preguntó El Tuyío después de pedirle al mesonero unas cervezas que aparecían en la carta y tenían un nombre extraño. Eran las más caras.

— Fuimos a Montjuic. La pasamos fino — respondió Cori.

— Sí, subimos por el teleférico. Llegamos al castillo y recorrimos todo el museo que hay ahí. Tomamos un montón de fotos.

El castillo en cuestión es el viejo Castell del Port. Está situado en la cima de Montjuic y era un punto estratégico siglos atrás ya que desde ahí se puede divisar la ciudad por una parte y, por el otro costado, se ve el hermoso mar Mediterráneo. Ahora, el castillo abre sus espacios para que funcione el museo militar.

— ¿Y qué más? — repreguntó El Tuyío.

— Bueno, eso ¡Hasta nos montamos a escondidas en una ametralladora antiaérea! Deja que revelemos las fotos para que veas— respondí orgulloso de nuestro acto cuasi vandálico.

— ¿Y entonces? — insistió mi diminuto amigo.

— Nada. Después de recorrer el museo completo nos tomamos unos refrescos y bajamos— le dijo Cori.

— ¿No fueron al Poble Spanyol, al Palau Sant Jordi o al Museo de Arte de Cataluña?

Cori y yo nos miramos a la cara ¡Qué par de idiotas! Pasamos todo el día metidos en un castillo pensando que sólo de eso se trataba Montjuic. No conocimos más nada. Nos perdimos del resto. Se nos había olvidado ir al estadio donde se celebraron las olimpíadas del 92. No le preguntamos nada a nadie y ni siquiera miramos el mapa ¡Qué par de tontos!

En ese momento llegó el mesonero con las cervezas de extraño nombre que había ordenado El Tuyío. Las destapó y sirvió en los vasos. Sabían extraño. Luego nos dimos cuenta que eran cervezas sin alcohol ¡Vaya día! ¡Salud!

Recomendaciones de hoy:
El blog: Daniel Chapela - El sitio: Cartman Land - La peli: Central do Brasil, dirigida por Walter Salles - El trago: Cerveza (sin alcohol) - La Ñapa: Festival Latinoamericano de cortos
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24.6.06

Nací víctima


hijo

Todo me pasa a mí. Nadie me quiere y el que dice que me quiere lo hace por interés. No sé si será porque soy mujer o porque no soy tan flaca como las pavas de ahora. Ellas que se mueran de hambre, si les da la gana. Mi ex marido es un muérgano que me dejó por un par de piernas y mis hijos ya ni pasan por la casa si no es a pedir dinero o a dormir. Uno de ellos anda con amigos rarísimos. Siempre anda como apagado y nunca dice nada coherente. Creo que se droga. El otro, es un borracho, pero eso ya es otra cosa. Estamos hablando de mí. ¿Acaso no merezco amor? Nadie me lo da. No lo busco, pero igual nadie me lo da. ¡Merezco amor y nadie me lo da!

Mi vieja es una ladilla. La tipa es realmente inmamable. Me sirve la moncha y se pone a gritar hasta que voy a comer... qué energúmena. No me la tripeo. ¿Le cuesta burda comprender que pertenezco a una generación que marca su propio ritmo y que no sigue convencionalismos? Yo soy un tipo intenso y si le molesta el humo en mi cuarto, que arranque, no joda. Se pone a fantasear con que yo busque trabajo y aparte, me jode la vida porque no estudio lo que ella quiere: una carrera, cual sea. Ya lo dije: soy un tipo intenso, lo mío es el arte. No dibujo ni escribo ni nada de esas mariconadas, eso si. Mi cometido en esta enfermedad terminal llamada vida es disfrutar de sus placeres. ¿Me sigues, no? Sé que te lo tripeas.

Nadie se preocupa por mí. Ayer mi novio me dijo que soy una tonta por andar discutiendo lo que (para él) son temas triviales. ¡O sea, hello! ¿Para qué cree él que somos novios? ¿Para andar siempre agarraditos de la mano y disfrutando de nuestra mutua compañía? Yo necesito alguien con quien hablar de la gorda esa que es una malvestida, y de la horrenda esa que se cree súper inteligente. Aparte, tiene la mala costumbre de querer hacerme ver otra visión, eso que él llama la otra cara de la moneda en todos los problemas que le planteo. Qué troglodita, o sea, es un egoísta. Lo que le falta es irse a casa de su mamá en el interior sin decirme que me va a extrañar.

Pero ya lo decidí. De ahora en adelante, no tendré consideraciones con nadie. Viviré por mí y para mí. Ya basta del carajito bonito que ríe cuando le hacen caritas. Se acabó el carajito que tiene que llorar por su tetero. Ya no más gu-gu ta-tas; al carajo con la maestra y su cajón de arena. ¡Al carajo todos! ¡Al carajo tú y tu jardín de niños! Ya que vivo en un mundo al que ni siquiera pedí venir, por lo menos trátenme con consideración.

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