Y pensar que comenzó como cualquiera, como la noche de rubeola. Es que la colección de epitafios fue eterna y la cosa es la querencia. Yo por cualquiera, como he dicho y ella. Hermosa, mi compañera. Otras veces olvidando y yo regresando. Es que las cosas pasan y el escritor está para contar sin ver. Y fue rápido, el principio, porque después llegó el suplicio y el dolor y las llagas de antaño y tú, flaca, que no comprendiste las súplicas detrás del mozo de buenas maneras que no. Y no. Y entonces la vida se va como un suplicio de venganza y sólo se entiende entre carnes y pieles. Rojo vivo. Rojo. Dolor en óleo que no se comprende y si no se aprecia y germinan las alabanzas por usted, maestro. Más allá quedan palabras para el bien y el mal. Expliquemos que el infierno es un verbo. Bienvenido, como el de las buenas ofrendas. Y las noches pasan sin mi, porque son suyas. Madame. Soy yo. Paso adelante y ahora nos toca comprender ¡Bla!
Me encontré solo y apasionado
2 comentarios:
Interesante lo que sale de tu soledad y pasión.
Pablo...que te dije del crack antes de escribir???
saludos, ex amigo
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