Acá en mi ciudad el día puede comenzar en Bello Monte. Te verás echado sobre una helada plancha de aluminio, usando una incómoda etiqueta en el pie. Algunas veces el día se transforma en prolongación de la noche y el guaguancó no termina nunca. También hay días que se ven nacer desde el club, con los campos de golf de fondo y un conleche en la taza. El día es día antes del sol, muy temprano cuando saludas al quiosquero o haces colas interminables para agarrar el primero de los carritos de tu jornada. Hay días de días, como esos en los que amaneces empiernado con la más fugaz de las pasiones. Hay días de lluvia y otros calurosos. Caracas y su rutina que parece tragar tu espíritu para llevarlo por el drenaje que desemboca en el Guaire; río que nunca más fue un río, por lo menos no uno apetecible, pero sigue estando ahí para recordarnos la ciudad que somos.
Un día te topas con una mujer embarazada manejando una moto china y otro te encuentras subiendo las longuísimas escaleras del cerro para llegar al hogar después de una jornada de trabajo inclemente. Hay días de no hacer nada y otros de subir el Ávila con ganas y bajar exhausto. Un día vi la muerte cerca de la Concepción Palacios donde a veces se confunden a los bebés y nace todo el mundo. Acá en Caracas, ciudad de profundos contrastes, el verde se mezcla con el concreto y el smog arropa sin que lo notes. Acá las mujeres siempre son bellas y nunca paran de caminar. Acá, en Caracas, hay colinas, montes y valles, cerros y calles desordenadas que nunca se encuentran con semáforos. La basura abunda frente al museo de mi ciudad y en los domingos de parrilla o mondongo en lata las plazas están más solas que los centros comerciales.
En Caracas no nos vemos a los ojos, con la falta que nos hace. En Caracas, ciudad profunda, nos nos conocemos y constantemente negamos al otro, como si este y oeste estuvieran divorciados irremediablemente. Sobrevivimos en realidades opuestas, que se desencuentran aquí y más allá; la ciudad se convierte en cosa ajena, cosa de otros, de aquellos que nos miran a lo lejos. Y aun hoy, por negligencia, no conocemos a fondo la ciudad que despierta de madrugada y no se acuesta nunca; ciudad que devoramos y nos devora. Caracas, la de los afectos y demonios. La ciudad que cada día está más viva.
Ubicación al escribir esta entrada:
Latitud 10° 30' N, Longitud 66° 50'W
Latitud 10° 30' N, Longitud 66° 50'W
6 comentarios:
I LUV CCS!!!
Chamo, buenísima la descripción de esta hermosa/horrible ciudad... lo único que le agregaría -desde una perspectiva muy femenina- es que las mujeres siempre caminan y los hombres casi siempre van diciéndoles babosadas (ojo dije CASI).
De resto no cambio este infiernito por nada :D
Escribe más seguido vale!!
PD: existe "longuísimo"?
la perfecta, mamita:
Tienes toda razón. Los hombres nos ponemos babosos; aunque prefiero pensar que somos más creativos ante la presencia femenina.
Longuísimo existe. Lo certifica la RAE; viene de luengo.
Cárceles frente a tu casa. Lateros poetas. El ÁVILA. Piropos (de todo tipo)..........
CARACAS la que vamos a extrañar...
Y los huecos? Y la mendicidad? Y la furia de los pavitos que pican en la autopista? Y nuestra UCV?
Creo que quiero llorar. Estoy invadida por la nostalgia...
Excelente este post! me encantó! Por lo general me gustan mucho los posts de Caracas. Pero este está genial! Gracias =)
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