9.12.07

Jurungando mi Itunes


Y regresa la sección menos polémica del año, empujada por vientos de ventilador promedio. Esta vez, más comercial que nunca.

Amy Winehouse

Confieso que llegué a esta británica gracias a los chismes de su vida personal. Que si es anoréxica, bulímica, alcohólica, drogadicta y violenta. Todo un sol, pensé. Luego la vi en fotos, con tatuajes en los brazos y el pecho, diva impresentable, usando un piercing que asemeja el lunar de la Crawford y me gustó. Me puse a leer un poco más y encontré que había sido diagnosticada como maniaco depresiva ¡Gran vaina! Ella no agradece los premios que recibe y es abucheada por eso, para luego ser ovacionada de pie cuando regresa a la tarima a hacer lo suyo: cantar; un poco de jazz, algo de blues. Su música, que es ya mundialmente famosa, va de cara a los maltrechos y variopintos Grammys con un montón de nominaciones.

Por primera vez la escuché cantando Rehab [+ video], primer sencillo de su segundo disco, Back to black. En este track se negaba rotundamente a asistir a rehabilitación. “No quiero beber otra vez / Sólo necesito un amigo / No voy a gastar 10 semanas/ para que todos piensen que estoy mejorando”. No sé si creerle. Ahora que ser acabatrapos está de moda en el star system, me parece sospechoso, pero de todas formas disfruto de su voz.

Lo que a continuación comparto con ustedes, por cortesía de youtube, hijo putativo del dios google, es Tears Dry on Their Own



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1.12.07

La intrascendente historia de Paco Alegría


Cuando Paco Alegría cumplió setenta años contaba con 14 hijos, 28 nietos y seis bisnietos, legítimos y presentados en la parroquia como mandaba la ley. Todos varones, llevaban el apellido del patriarca, que no era poca cosa.

Paco Alegría siempre se hizo una promesa que, a estas alturas de su vida ya había cumplido notablemente. “El apellido debe multiplicarse”, se juró estando muy joven. No era una pretensión de casta. No había un dejo de banalidad en aquello.

Paco, en su momento, fue el último de los Alegría. Había quedado solo, por cosas del azar y de un mundo cada vez más injusto. Una mañana se percató de eso. Buscando en la guía telefónica, notó que el único era él. Al principio pensó que era un error de imprenta y llamó, sólo para confirmar la precisión de los datos publicados. Indagó en los archivos municipales, en las listas del registro de identificación. En embajadas. En todos lados. Nada. Paco Alegría era único en el mundo. Ahora le tocaba revertir aquella calamidad.

Y así conoció a la señora Alegría. Ella, rubia como él, murió hace unos años. Murió convencida de que el primer encuentro con Paco había sido fortuito. Que el destino, al que tanta fe siempre le tuvo, los había puesto en el mismo camino. Nada más lejos de la verdad. El buen Paco la había visto varias veces caminando calle abajo temprano en las mañanas. En una oportunidad, tratando de llamar su atención, la detuvo y le pidió la hora. Ella iba muy apurada. “Son las siete”, respondió sin levantar la mirada hacia él. Entonces, Paco tuvo la certeza que hace sonreír. Supo que era ella.

A las siete de la mañana del día siguiente, Paco le volvió a preguntar la hora. Ella respondió y siguió su camino. Ese día se vieron por primera vez a los ojos. Por un segundo, tal vez. Un instante que fue largo más allá de la demencia del tiempo. Los días pasaban y con una puntualidad milimétrica ambos se encontraban en el mismo lugar, a las siete de la mañana. Vaya que era difícil lograrlo, pero bien valía el esfuerzo. “Ya son las siete, hora de verte otra vez”, le decía Paco. Ella sonreía y apuraba el paso como tratando de apurar la marcha de los minutos y las horas y así hacer que la mañana siguiente llegara más rápido.

Un día ella, puntual como siempre, llegó a la cita de rutina. Paco no estaba y eso la desconcertó. Siguió caminando, pero esta vez su paso perdió la agilidad de siempre. Al llegar a la esquina dobló a la izquierda y ahí estaba él, esperándola. “Deja que te acompañe más allá de las siete”, le dijo Paco. Y así caminaron hasta llegar al destino, en donde les esperaban 14 hijos, 28 nietos y seis bisnietos. Todos Alegría.

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Recomendaciones de hoy:
El blog: Perlas de TV - El sitio: CNE - La peli: Match Point, dirigida por Woody Allen - El trago: Almond Joy - La Ñapa: Soda was here

27.11.07

La Tarea


Esta noche promete. Se estrena el cortometraje independiente "La Tarea", dirigido por Diego Guerrero y Javier Mateos.  La proyección será en la Sala 2 del Celarg a las 9:00 p.m. La entrada es libre. Nos vemos allá!


ACTÚAN
SORAYA ACOSTA - DIEGO GUERRERO 
ANA M. MEDINA - MERCEDES CARRASQUERO

CREW / STAFF
 Dirección y Producción General
JAVIER MATEOS Y DIEGO GUERRERO
Guión
JAVIER MATEOS
Jefe de Producción
CARLOS L. BETANCOURT
Dirección de fotografía: 
ALEXANDRA HENAO
Dirección de Arte
ANA BADELL
Cámara
JULIO CÉSAR CASTRO
Sonido
AMAURY CEDENO
Música
OSWALDO RODRÍGUEZ
Montaje
ALFREDO HUECK

18.11.07

Un poco de suerte

A mi querida Maru Mazzei, con quien estoy en deuda



"Aquél que dijo "más vale tener suerte que talento", conocía la esencia de la vida. La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte, asusta pensar cuántas cosas escapan a nuestro control.
En un partido hay momentos en que la pelota golpea con el borde de la red, y durante una fracción de segundo puede seguir hacía delante o hacía detrás. Con un poco de suerte sigue hacía delante y ganas, o no lo hace y pierdes."
Woody Allen – Introducción de Match Point (2005)


Para Shaniqua Thompson el mejor regalo que pudo recibir de la vida no era tangible. Estaba dotada con una suerte suprema que, para los entendidos, es mucho más importante que cualquier otra cosa. A decir verdad, Shaniqua y yo tenemos el mismo poder, sólo que ella ha sabido explotarlo para hacer de su fortuna algo enorme, absurdo. Yo, por mi parte, me he dedicado a usar, diariamente, la suerte que tengo para seguir vivo y disfrutar de la vida como el que más. Shaniqua, a pesar de haber nacido hace 47 años en un barrio pobre de Nairobi, donde sus vecinos se mataban por un galón de agua, ahora posee la colección más grande de Rolls Royce del planeta. Por supuesto, la huérfana, como le decían con cariño los vecinos, esos mismos que mataron a sus padres por un galón de agua, no conduce ninguno de los autos de su colección. Contrató no a uno, sino a seis diferentes chóferes para que la llevaran de aquí a allá ¡Vaya que los chóferes de Shaniqua tienen suerte! Trabajar una vez a la semana y recibir a final de mes un cheque de 3.000 libras esterlinas no es para quejarse. A decir verdad, yo no me puedo dar el lujo de pagar eso a nadie, pero aun así confieso que mi suerte me ha hecho llevar satisfactoriamente mis jóvenes años de vida. Eso ya es bastante. Y es que cuando se nace con suerte no hay que ser talentoso, ni súper dotado. No. De eso que se encarguen los demás. Shaniqua no tiene ninguna virtud conocida. Tampoco sus choferes. Obtener una licencia de conducir no es algo del otro mundo. Yo mismo tengo una y nunca presenté un examen para recibirla. Tampoco tuve que sobornar a nadie. Suerte. Esa de la que tanto les hablo.

Nacer afortunado se convierte en un bien invalorable porque la fortuna tiene la virtud, que no la maldición, de ser eterna. Ni muriendo uno llega a despojarse de ella, porque te persigue, como un enorme y eterno tatuaje en el homoplato, más allá de los llantos y cenizas. Y así nació Shaniqua, bañada en suerte. A ella le gusta pensar que fue producto de dios, pero ya hemos dicho que el ingenio, ni remotamente, es lo suyo. Vaya que tuvo buena estrella de ser la menor de siete hermanos. Hoy sólo ella queda viva. Recientemente, el tercero de aquellos niños Thompson murió producto de una septicemia bucal. A Shaniqua le vino bien el asesinato de sus padres. No le gusta pensar en eso, pero es la verdad. Gracias a eso y a no ser abortada de manera espontánea cuando su madre recibió una coz por parte de una mula terca durante el cuarto mes de gestación, Shaniqua se sienta en el cómodo asiento trasero de su Rolls Royce rumbo al aeropuerto de Kuala Lumpur, en donde tomará un vuelo que la dejará en Frankfurt donde va a disfrutar de unos días de otoño en una de las propiedades que tiene tiempo sin visitar; es lo que siempre soñó. Los chóferes, bastardos con suerte, van con ella a todos lados. Yo no he abandonado Caracas, pero tengo la buenaventura de saberme vivo.

Soy el que salió ileso luego de que el comisario –encargado- de la delegación de la zona 5 descargara su recién asignada 9 mm al encontrarme in fragranti, como le gusta decir, copulando con su única hija, en su cama tamaño king size, la misma cama enorme donde días atrás forniqué con su esposa. No quiero ser irrespetuoso con el comisario –encargado- de la zona 5, así que no ahondaré en detalles que puedan descubrir lo amorosa y complaciente que es su única hija, aunque la madre, su esposa, no se deja opacar en su notable desempeño entre sábanas. Mi interés apunta directo a describir la gran fortuna que tuve, no de haber estado con ambas amantes y así cumplir un deseo reprimido, sino al sortear las balas de una cacerina repleta. No recibí impacto de alguno, a pesar de la fama de buen gatillo que tiene el comisario –encargado- en cuestión. En ese momento, el destino me demostró que estaba de mi lado, como otras tantas veces. Tuve suerte, él no. Así se manejan estas cosas. No me puedo jactar de ser un buen amante, ni de ser experto esquivando balas; se sabe que cuando se nace con suerte, se viene al mundo sólo con eso. Con nada más. Es así. Por eso me jacto exclusivamente de esa fuerza abrumadora, desconocida para tantos, que me ha hecho llegar hasta acá. La suerte, de la buena, aparece sin que se espere por ella. No hay que rogar, ni preocuparse mucho. Pasa a tu lado sin que puedas percibirla, sin que dé oportunidad de planear nada. El universo del azar es infinito, mucho más que el universo en si. Por eso en las noches no temo, como tampoco lo hacen Shaniqua y su séquito de chóferes. Sólo vivo mientras duermo, porque estoy convencido de poder despertar. Cuando me levanto, cuando espero que me esperes en la inmensidad abrumadora de la noche negra, lo hago convencido de que así será, porque así tiene que ser. Por eso, cuando olvidé el rojo en el semáforo, no cometí una infracción. Entonces, fue ahí en donde ellos, desafortunados, se detuvieron, precavidos, y sufrieron la amarga burla de los malandrines de poco centimetraje. Luego me ausenté de la boda de mi hermana alegando una terrible jaqueca que no era enorme, ni jaqueca, sino ganas de estar contigo y evitamos así una indigestión producto de unos exóticos canapés de camarón que tanto dinero le costaron a la pobre. Y así pasan mis días, con pequeños detalles que parecieran irrelevantes, pero lo son todo; entre mentiras que no pude escuchar para salvarme de una decepción y amores frustrados por la cobardía de asumirlos, que nunca llegarían a ser amores realmente. Son muchas las cuentas por pagar que luego serán olvidadas. Tantas las llamadas que no hice y que luego interpretarás como el mayor de los abrazos. Por eso, sólo por eso, espero que comprendas que hoy, a pesar de la ausencia que produce la distancia, pretendo darte desde acá lo mejor de mi, de mi día a día, lo único que tengo, y eso no es otra cosa que un poco de suerte.

7.9.07

El blog sin comentarios


Esta es una vaina intolerable para cualquier bloguero. Que no hayan comentarios en un post es más triste que aquel Dj que no ponía música, no ponía nada, y la gente no bailaba, no bailaba. Fue horrible, así como la canción. Entonces, ante la ausencia de comentarios, que son el fin inmediato de la socarrona interactividad que da razón de ser a una bitácora de éstas, me declaro en emergencia. Para usar la jerga de Bush: “estamos en permanente alerta naranja”. Ya ni siquiera entran comentarios de spam. Esto ta´feo, a lo Beto Perdomo meneando un escocés.

Las soluciones son varias. Puedo, en principio, prostituirme; que, ojo, no es la decisión más fácil, pero sí la más lucrativa, de buenas a primeras. Entonces, comienzo a postear hembras inmensas, de caderas inmensas, y piernas inmensas, semi desnudas, en principio. Luego me depravo y las monto usando juguetitos o empoliedradas. Meto la coba de que son venezolanas con un título del tipo: “Yubiris, la criollita de hoy”. Como para ir agarrando nuevo público que comente algo como:

Litro dice:

Mami, tú si estás cheeeeevere. Te comería toditaaaaaaaa. Mi mail es litroymedio@starmedia.com

Porque siempre hay gente que pone ese tipo de comentarios. Como jurando que así van a ganarse a la mami en cuestión, en lugar de una avalancha de spam.

La otra opción, es hacer de éste un blog de información poco seria. Puede tener una línea editorial que apoye los desmanes del régimen fascista, estalinista, pianista o, que es casi lo mismo, se arrodille ante las barrabasadas de la oposiciónderrotadamilvecesporterrible. Entonces, entraría en la penosa dualidad escuálido/chavista, lo que derivaría en una terrible depresión anímica de este servidor. Lo cierto es que después de muchas horas de terapia, ganar a mi psicólogo jugando truco y pensar poquito, me decantaría por alguna corriente y haría del blog un espacio más polémico que unas fotos infraganti de Mario Silva sobando a la Colomina en Playa Culito. Entonces, publicaría “noticias” del tipo:

Ramos Allup se destapa
“Chávez es igual que yo
El “líder” de la “fuerza” “opositora”, “habla claro” y tendido con enalgunlugardecaracas24.com después de unas cervecitas heladas.

(ilustrar con foto de Ramos Allup mirando al horizonte sobre el Monte Sacro)


O algo como:

La presidenta de la AN no se equivoca
FLORES: "EL COMANDANTE ES BELLO"


Bajo la responsabilidad de Aporrealchamo.org, el jefe máximo está como le da la gana. Facinerosos aquellos que busquen tapar el sol con un dedo. El que tenga ojos que vea.


De esta manera, garantizaría un montón de comentarios de baja calaña. De los que despotrican y buscan humillar al adversario. De los que se escriben con la arrechera a flor de piel. De los que te gustan a ti, porque ya perdiste la inocencia de otrora y te entregaste a la depravación, producto de las bajas pasiones.

Otra solución, podría ser la de alimentar a diario el blog con algún texto y responder los comentarios, pero eso no está planteado.

4.9.07

Mentira la mentira


Buenos días. Mi nombre poco les importa. Tengo un problema y al aceptarlo doy el primer paso. He pasado ya doscientos días sin mentir. No ha sido fácil para mi, pero nada vale la pena. Debo decir que no les agradezco a ustedes. De hecho, siento que cada reunión, cada tarde que comparto acá, hace que mi ego se desborde. Es simple. En esta habitación me rodean un montón de perdedores sin oficio real. Además de poco creativos; eso bien merece una muerte súbita. Me aburren mucho sus historias insípidas de mentiras a medias o realidades fantasiosas. No saben mentir. No me interesa para nada que, producto de su poca monta, hayan perdido familias o les invada la desesperanza. Sus familias apestan tanto como ustedes ¿Qué le pasa a la gente? ¿Cómo les creen? El mundo se jodió.

Hace doscientos días llegué acá con grandes expectativas. Pensé que me rodearía gente con poder; políticos, metereólogos, algún sacerdote atormentado ¡Por lo menos un ludópata! Nada. Para mi sorpresa estaban ustedes, “los patéticos”, como les digo cuando cruzo la puerta. Los idiotas de las historias comunes. Los mundanos. Ustedes simples estudiantes, carniceros, amas de casa, periodistas, cocineros, obreros, tipos de a pie. Los que están rodeados de gente tan común que falsea sin percatarse y se da licencia para dar como cierta cualquier bobería. Dan vergüenza. El mundo está jodido.

No sé cuando comenzó la decadencia. No fue mi culpa. Siempre mentí por placer. Por sentir en mis labios la grandeza de la estafa elaborada; en honor a los historiadores y sus héroes necesarios. Mentía por misticismo, porque fue la mentira, la buena y maravillosa mentira, la que engendró civilizaciones. La mentira, bonita mentira, que creó en menos de siete días dioses y consagró reyes. Por eso, me exculpo de todo. No me siento responsable por ustedes, ni por aquella nefasta jornada. Ese maldito día en que todo fue sencillo y las excusas fueron nombradas mentiras. El día de la noche eterna. El arte se convirtió, entonces, en una simple falacia que los intelectuales aplaudían sin parar. El sexo no fue sexo nunca más, olvidando sus palpitaciones para convertirse en moda conveniente. La belleza que se maquillaba, ahora entraba en serie al quirófano. Y ustedes, falsos como todos -que no mentirosos- se dan cuenta, pero callan para ser complacientes y eso, terribles compañeros, definitivamente no es mentir. El mundo, por vuestra complicidad, está irremediablemente jodido.

17.8.07

De cuando Estefan conoció a Estefan


Estefan nunca fue un tipo muy popular. Tenía salidas jocosas y dejos de genialidad muy frecuentemente, pero nadie parecía tomarle muy en serio. Tal vez porque la gente no está acostumbrada ya a toda la pompa de su vestir o a los modales pretorianos con los que se sentaba a comer. Estefan parecía absorto dentro de un mundo particular que no cuajaba con lo pragmáticos que éramos todos en nuestro sitio, que era lo más parecido a una oficina modelo. Cada uno cumplía con su rol de manera natural.

Estefan cargaba un bolso multicolor, tan largo que arrastraba su base contra el suelo. Y vaya que ese bolso tejido, inmenso, podía sufrir. Estefan caminaba a lo largo de su propia ciudad, porque no confiaba, nunca lo hizo, en conductores ajenos. Tampoco tenía para comprar su propio vehículo, así que nunca dudó en que la mejor forma de ir y venir era por sus propios medios, caminando.

En horas de la tarde Estefan hacía un rito particular que nadie podía entender. Se paraba en una pierna y giraba en su eje. Todos los veíamos asombrados. No entendíamos como Estefan mantenía el equilibrio. Cómo se atrevía a hacer lo que hacía mientras gritaba con todo lo que permite un buen par de pulmones. Se escuchaban frases que nadie entendía, pero él parecía muy seguro. Así eran los genios. Nosotros, mundanos como somos, nos negábamos a interferir. Cada uno estaba en su propia labor y, a pesar de todo, teníamos libertad para actuar como queríamos. No éramos de los que reprochan. Mientras todo esté bien, cada quién que haga los suyo como mejor le parezca. Al principio Estefan era el centro de las miradas cada final de tarde, pero con el tiempo supimos no prestarle mucha atención.

Estefan siempre fue un irreverente y eso le trajo muchos inconvenientes. Los problemas con la autoridad estaban a la orden del día para él. No les temía. No como nosotros que, incapaces, retaríamos su poder. Íbamos a almorzar todos juntos y Estefan siempre hacía algo para romper las reglas. Cuando alguien venía por él, Estefan se plantaba fuerte. Se ponía erguido y su cabeza apuntaba al cielo. Y así se quedaba, sin mediar palabra, sin que un susurro se le escapara. “Todo lo que diga puede ser usado en su contra”, pensábamos nosotros. Y él con la cabeza hacia arriba y el cuerpo erguido. Cuando era arrastrado, se podía ver satisfacción en su maltratado rostro.

Estefan, tipo mañoso, nunca dejó que nadie se impusiera en su vida. Siempre fue un rebelde. Cuando llegó acá era el más joven. Ahora tiene canas en la barba. Llegó por recomendación de los jefes. Y, a pesar de todo, de sus impulsos y acciones inesperadas, era tratado con mucho respeto por todos. Lo conocimos hace años y, aun así, se nos hace muy difícil comprenderlo. El día a día nos sorprende, a nosotros que, sumergidos en nuestro mundo, sólo paramos un momento para ver con qué locura sale Estefan.

Una vez orinó en el pasillo, porque es un antisistema. Y le gustó la reacción de todos y lo hizo una y otra vez. Ahora ese era su ritual matutino. No profesaba respeto por los baños. Le incomodaban. Las chicas de limpieza lo veían con mala cara. Para Estefan eso debía quedar así y ellas no tenían que pasarle la mopa. Bromeaba con ellas y les decía que no era más que micción hecha obra de arte. Los jefes le llamaban la atención, pero era imprescindible tenerlo con nosotros, así que, una vez más, nos acostumbramos a sus rituales. Estefan era el malcriado, el consentido. No podíamos dejar que se fuera del equipo.

Todo cambió cuando Estefan rompió los rituales y decidió inventar. Entró a la oficina. Revisó las gavetas, tomó unos papeles y vio su foto adherida a uno de ellos. Leyó detenidamente y, en un instante, su mirada quedó perdida, sin la chispa de un rato atrás. Ahora Estefan estaba cabizbajo, con un andar sin brincos, arrastrando los pies, sin su bolso multicolor. No era él. Ahora se le veía triste, llegando tarde, sentándose solo en el rincón sin hacer ritual alguno. Ya no levantaba la cabeza al cielo, parecía que no miraba. No soltó nunca ese papel. Siempre lo cargaba consigo, apretaba fuerte aquella hoja maldita que tanto afectó su vida y que el director del manicomio dio por perdida.

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3.8.07

Los motivos para escribir

He notado que hay un síndrome que afecta a mi entorno. He notado, también, que se hace difícil salir del círculo vicioso. Es que escribir no es algo fácil; mejor dicho, es muy difícil, y si se pretende hacerlo bien entramos en terrenos que rayan en lo épico. Comprendo perfectamente, porque lo padezco como una patología de las más incómodas, que esto de escribir con regularidad se ha convertido en una cuesta difícil de remontar. Jodido, además, si debes escribir, como es lógico, para que alguien más te lea. No es lo mismo redactar unas líneas para consumo personal que no verán la luz nunca que hacer un texto que será escrutado por el ojo público. Es que desnudas tus carencias, tu falta de imaginación y demuestras la poca motivación que tienes en ese momento de escribir un par de vainas aceptables. A nadie le gusta sentir pena ajena de un texto propio, pero pasa.

Entonces, llegamos al punto en donde tenemos medios para expresarnos, pero no hay tino para hacerlo. Paradoja. Con tantas cosas por decir, con tantas herramientas para hacerlo y sin poder plasmarlo. Así la inconformidad se hace mayor. Comienzan los reproches. Algo está sucediendo. Qué será. No lo sé, la verdad.

La musa no llega y te deja esperando por horas, a ti que te has puesto tus mejores ropas para recibirla en tan ansiada visita. La vaina es como cíclica. Siempre hay un momento en donde decae la producción de textos. Lo bueno, lo positivo de todo este desbarajuste, es que tarde o temprano todo regresa a la normalidad. Escribir se convierte en algo imprescindible nuevamente, en catarsis necesaria y los lectores lo notan si disfrutan tus textos que transmiten un extra, un añadido que has sabido darle sin saber cómo.

Por ahora trato de pensar en las cosas que siempre me han motivado a escribir. En la vida, los amigos y sus historias. En lo oscuro del ser humano y las bondades de mi ciudad. Trato de imaginar mundos diferentes, leer a los maestros eternos y aprender la lección diaria. Intento observar y no mirar. Procuro vivir, amar, beber y compartir. Sé que todo se acumulará nuevamente hasta que una de estas noches pueda salpicar algunas letras coherentes. Me abrazo a esa idea. Es la única esperanza que tengo de ser, y así tener justos motivos para escribir.

25.7.07

A la víspera del día elegido


La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.
Jorge Luis Borges
La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.
Antonio Machado



Cuando en unos días cumpla los sesenta, habré cumplido también con el lapso que me había planteado desde hace algún tiempo. Ya, a esta altura, puedo asegurarles que no me sorprende nada. He visto mares subir, treparse, en cuerpos inertes sentado muy lejos de cualquier costa. Los he visto en tus sueños llenos de temor y tú sentada en mí. Ya todo está escrito y no hay nada que decir. Sólo el silencio me complace, pero el rotundo, el enérgico, el que te da escalofríos cuando lo notas. La muerte ha coqueteado mil veces conmigo en la mar y no ha podido resistir mi eternidad. Todo lo viví.



Puedo decir que estoy satisfecho por mi andar pausado, pero lo que me llena es saber que desde siempre tuve razón. Nunca me equivoqué. Cosas de ego propio, del cual me siento orgulloso, maravillosamente complacido por poseerlo y que me posea, porque a lo largo de los tiempos nunca nadie fue tan grande y lo digo con todo el temor que se contempla frente a la magnanimidad. No me equivoqué cuando puse el plazo. Cualquiera podía entrar en mis pensamientos y salir atormentado, porque no todos han estado preparados. Bienvenidos a esta esquina mundana que tanto escozor produce en los bárbaros. Adelante, sé valiente y soporta. Testigo seré de todo y de nada.



A la víspera del día elegido, soporté con habilidad cualquier penumbra. El candil de las luces infinitas fue sorteado sin compasión y es ahora cuando, una vez más, me dispongo a tomar ventaja de todo, a dar un paso adelante sin tornar cuello, porque la hora la he puesto cuando he querido hacerlo. No me despido porque resultaría imposible borrar la historia que a diario estará latente cuando nada exista más. Sólo pienso en el deber cumplido. Enhorabuena, humanidad, se aleja el que le dio sentido a todo, tu benefactor inmediato y sacrificado. Recuerda todo lo escrito hasta hoy y no pongas esperanza alguna en el después. Todo lo construido termina irremediablemente esta tarde.

23.6.07

Me fui de copas


Estos días no tendré mucho tiempo para seguir actualizando el blog, porque le daré espacio a En la Copa América, proyecto que me ocupará el tiempo que dedico a la blogósfera.


Trataré de escribir algún texto, pero no prometo nada. Nos vemos después de la final de Maracaibo.


elchamodel114
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21.6.07

Mmmmmm (sin e)

Nunca había hecho esto. Un meme ¿Quién lo diría? Vamos a ver qué resulta de este virus que me mandaron las quetecotopereque:

1. ¿Cuáles son los olores y sabores que te recuerdan la infancia?

El aroma y sabor de las fresas con crema me remiten inmediatamente a mi infancia. Igual que el olor a grama mojada y el sabor de los grillos a escondidas.

2. ¿Cuál es el personaje de alguna historia, novela, cuento o película que te hubiese gustado ser?

Estoy entre el primer hombre que sintió una borrachera y Ringo Starr, definitivamente.

3. ¿Si fueses mascota ¿cuál escogerías y cómo te gustaría que te trataran?

Sería un can. Perro incomprendido de esos que quieres, pero a veces provoca estrangular.

4. Alguna maña o manía que conservas aún después de grande.

Me molesta desconocer. Me siento terrible cuando no sé alguna respuesta. De ahí mi manía de leer instructivos, decálogos, manuales, obituarios, recetas, récipes, facturas, cajas, libros, letreros, revistas, blogs, remitidos, y cualquier cosa que resuelva mi afán de conocimiento. Los chismes de las juntas de condominio me parecen muy creativos -nota mental: debería recopilarlos- .

5. Si volvieras a la adolescencia ¿qué aspecto de tu vida te hubiese gustado cambiar?

Nada. Mi adolescencia sigue latente. Eso me gusta.

6. ¿Cómo imaginabas tu vida cuando eras niño?

Siempre pensé que sería bombero. Se lo dije a poca gente. También me imaginaba viviendo en una casa a orillas de la playa. No pierdo la esperanza de que ambas cosas pasen.
P.S. Nunca he querido llegar a los 60 años.

7. ¿Alguna vez se te ha escapado algún sueño?, si son muchos ¿Cuál te hubiese gustado atrapar?

Vivo la vida soñando. Mi sueños son como hijos pródigos que siempre regresan.

8. ¿Cómo te gustaría que te recordaran tus hijos?

Me angustia no llegar a tener alguno. Por eso sé que recordarán a su padre como un tipo que los quiso con locura desde mucho antes de nacer.

LuisCarlos
, Acuario Escritor y Nina es vuestro turno, manganzon@s.

20.6.07

¿Dónde estabas el 29-02-00?


Nina, en un texto reciente, recordaba varios aspectos de su vida en el año 2000 cuando Freddy Bernal llegó a la alcaldía de Caracas. Eso trajo a mi cabeza una duda que me aquejaba siendo niño. Cuando veía las películas o series policíacas norteamericanas, siempre entraba un detective, de malos modales, a preguntar al sospechoso qué estaba haciendo en determinada fecha. Era algo así:

-¿Señor, Smith, dónde estaba la noche del 7 de agosto de 1986?
A lo que el sospechoso respondía sin titubear:
- Ese día fui a cenar en Rigby´s con unos muchachos del trabajo. Estaba con nosotros Jimmy Wallace que siempre habla de los Dodgers. Tenía hambre y pedí un steak con french frites y bebí ginger ale, inspector Callaway. Todo estaba muy bueno..

Ante aquel destello de buena memoria, el señor Smith no podía ser culpable. Y si lo era, no valía la pena tener tras las rejas a un tipo con tan virtuoso don. Era mejor ponerlo a trabajar para alguna agencia del Departamento de Estado. Su coartada era fabulosa; la precisión de sus datos era brutal y nada más intentando corroborar aquella declaración daba tiempo suficiente para escapar a alguna isla del Pacífico. Ante la pregunta de los Callaway siempre los Smith lograban dar datos precisos de la noche del crimen. Y eso me sorprendía mucho.

De niño siempre pensé que si Callaway llegaba en su disfraz de distinguido Gutierrez a preguntarme algo, me las vería muy mal. Estaba destinado a ocupar algún espacio en la celda tal del pabellón cual en el Retén de Catia, cosa que no me animaba mucho después de ver varios episodios de “Alerta”.

Lo cierto es que gracias a Nina mis temores despertaron una vez más y, a modo de práctica, intenté resolver mi paradero la noche del 29 de febrero del año 2000. Escogí esa por ser el primer día bisiesto del milenio. Cronometré mi tiempo de respuesta. Después de 50 minutos sólo recordé:

Para esa fecha estaba entrando a la universidad. Estudiaba psicología, pero a esa altura del año académico ya sabía que iba a dejar la carrera. Eso quiere decir que definitivamente esa noche no estaba estudiando ninguna escuela filosófica. Era martes, por lo tanto dudo que en esa época, con 17 años y poca plata en el bolsillo, estuviera tomándome algo en algún local. No tenía novia y el carro no lo podía sacar de noche. Estoy seguro de no conocer a nadie que cumpla años ese día, así que no estaba celebrando nada. Además, en aquella fecha el Real Madrid perdía en casa contra el Bayer de Munich y seguro no andaba de muy buen humor para salir. Tal vez estaba en casa esa noche viendo televisión; puedo asegurar que no sintonizaba ninguna novela. Callaway, vestido de Gutiérrez, dudaría de mi declaración. Cualquiera lo haría. Gutiérrez/Callaway es muy astuto y yo no tengo la chispa de Smith. Tal vez tú sí ¿Recuerdas qué hacías la noche del 29 de febrero de 2000?

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18.6.07

disculpa/es tu culpa


Lo de la otra noche estuvo bien. Me divertí un montón. Tú sabes que eres linda y me encantas, pero hasta ahí. Créeme, no te conviene. Necesitas a otro tipo. Algo más serio. Lo mío es la noche y la joda. Conozco a alguien que tal vez te pueda gustar.

Tú decidiste, te decantaste por él que es un patán. Por ése que necesita de unos tragos para acercarse. A mi, que te quiero a lo lejos, nunca me prestaste atención. Ahora, no me reclames. No sé qué decirte. A mi me basta con un “no fui yo”, pero entonces me convertirás en patán a mi, el inocente. No vale de nada que no me creas y pienses que esta es una estrategia mía. Te repito que aquella noche lidiaste con el otro. A mi me dejaste viéndote desde allá, sentado y solo. Imperceptible. Yo estaba desde temprano. Había ido a ese sitio porque sé que lo frecuentas. No te importó.

No me vengas con tonterías. La hemos pasando bien, pero en este momento no quiero nada más. No soy bueno en eso de estar llamando. No me gusta empalagar. Además, siempre fui muy claro contigo. No entiendo tanto rollo. No eres como tu prima. Ella no tiene reparo. Debes tomarlo todo de buena manera. Eres muy linda y seguro encontrarás a alguien mejor.

Lo siento, no quiero hacerte daño. En todo caso no era yo. Mi alter ego hizo entrada y me desplazó una noche más. Él, como verás, es un indeseable. También es gracioso y no anda tan serio. Es desinhibido y todo comenzó cuando te pidió un beso, cosa que a mi me costaría mucho más. Sobre todo cuando sé que a él, al simpático, sí se lo das. A mi, por serio y aburrido, parecieras no tomarme mucho en cuenta.

Yo te llamo. De verdad, espera por mi. Creo que eres muy linda, pero ahora tengo que colgar. Es que estoy muy atareado. Hablamos pronto.

No recuerdo nada. Se borró la cinta de golpe, no hay memorias. Para mi nunca pasó. Lo que digas en mi contra o a favor, no tiene mucha importancia. Nunca te voy a creer. Yo me conozco. No importa que jures por un puñado de cruces. No soy así. Simplemente no sucedió. No a mi, ahora que estoy sobrio lo sé.

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15.6.07

Mil quinientos cuarenta y siete


No había refugio ante semejante tormenta. Ocultarte bajo la cama servía de poco. Desde ahora, como antes, tu destino estaría marcado por cifras. Lo primero que deberías saber es que en tu futuro inmediato se vienen 200 kilotones; llevan tu nombre inscrito. No es justo, pero eso poco importa. Vienen por ti, pero estás muy asustado para pensar en eso. Sólo piensas en proteger a los chicos. Es difícil explicarle a tus niños lo que estaba pasando. Asustados, llenos de incertidumbre, te abrazaron tan fuerte como les permitía su pequeño y tembloroso cuerpo. Sintieron el pánico y no hacían más que llorar. Tu también llorabas, estabas aterrado. Apenas comenzaba la guerra.

No era tu culpa. No es culpa de los pequeños. Ni de tus vecinos, ni de los que estaban en los hospitales que fueron bombardeados. Cosas de la guerra. Cosas que pasan cuando te atacan de noche, desde lejos, por petróleo. Es probable que el tomahawk que estaba por acabar con tu vida fuera un error ¿Acaso no lo fue todo aquella noche? Ibas a ser parte de las cifras de mistakes. Una falla de la tecnología que se repitió centenares de veces. La libertad duradera debería ser más precisa en su accionar. Pero es mucho pedir. Mucho para esa noche; con el diluvio de fuego bastaba.

Nadie pensó en ti antes de presionar el botón. Tus hijos no fueron tomados en cuenta. No importaba si el más chico de todos, el consentido de la casa, quedaba huérfano sin siquiera tener edad para caminar. Cosa que no haría nunca, porque sus piernas fueron mutiladas con la explosión. Pero todo sea por la libertad, porque tus tierras fueron bendecidas con la bota todopoderosa; sin importar la historia milenaria, era mejor acabar con todo. Y sí habían armas de destrucción masiva y esa noche quedó en evidencia. Nadie pudo dudar por un segundo que sobre mesopotamia caían armas que destruían a masas indefensas. Tú entraste en esas cifras que se han querido ocultar. Los libertadores las maquillaron con mentira, redundando una vez más en el engaño de su forma de ser. Y ahora que te convertiste en un número también te querían borrar. Y lo hacen, te ocultan.

La verdad es que han pasado mil quinientos cuarenta y siete días desde entonces. Desde aquella noche interminable más de 50.000 civiles como tú y tus hijos, desarmados, inocentes, han muerto. 92% de las casas de Bagdad quedaron con daños estructurales, con deficiente servicio eléctrico y de agua potable. Un tercio de los niños menores de cinco años presentan síntomas de desnutrición aguda. Existe un promedio de 60 ataques de insurgentes por día desde el inicio de la invasión. La guerra ha costado a los norteamericanos más de 204 billones de dólares; un iraquí promedio gana menos de 200 dólares al mes. Cada treinta días mueren 20 personas a causa de minas. Hay un 40% de desempleo. Todavía, en Iraq libre, existen más de 200.000 soldados extranjeros. Se han encontrado 0 armas de destrucción masiva. Todavía siguen buscando.

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10.6.07

Crónicas de un mochilero XXVII


En busca del conjuro

Iba caminando hacia el hostal de Bruselas cuando, repentinamente, sufrí un ataque de nostalgia. Me dio por extrañar a todos en mi país. Me sentía muy solo y, a decir verdad, lo estaba. Decidí no pensar mucho en aquello; lo peor que le puede pasar a un errante es tener pecho aguado. Tenía que tomar acciones de emergencia. Llegué a la habitación y tomé mis cosas. Me dispuse a mantenerme ocupado. Eso era tan simple como llegar a la estación y abordar un tren ¿Adónde voy? No importa. Tomaré el primero que salga.

No quería saber nada. No me interesaba pedir información del próximo tren. Me montaría en él, luego averiguaría el destino. Mi futuro inmediato en las manos del azar, del itinerario, de la cotidianidad ajena. Tal vez así le daría un poco de acción a una aventura que de golpe se tornó solitaria. Nunca aburrida, pero en ese momento necesitaba compartir con alguien. Tal vez el tren sea la solución, pensé. A fin de cuentas sólo contaba con él.

Tuve que esperar pocos minutos hasta que arribó el primer tren. Traté de no hacerme trampa y cerré los ojos, le di la espalda para no ver su destino. La pesada mochila a mis espaldas no hacía más gráciles mis posturas de evasión. Cualquier espectador que detallara mis movimientos torpes habría pensado que estaba desvariando. Tal vez.

Subí, ubiqué mi morral en una esquina y me senté. El vagón estaba prácticamente vacío ¡Coño! ¿Dónde están los pasajeros imprudentes cuando se les necesita? La persona más próxima estaba muy lejos. Pensé en tomar asiento a su lado y convertirme en el compañero de viaje indeseable, pero por alguna razón me contuve. Tal vez era mejor disfrutar de la soledad.

Para mi sorpresa el viaje no duró mucho. Cuando le estaba agarrando el gustito a mi mundo interior, el tren entró a una estación repleta de gente. Es aquí, me dije. Me aferré a la idea del tumulto afuera como señal divina, con todas las implicaciones de rigor que eso produce en un agnóstico confeso. Mientras bajaba del tren me cuestioné un detalle: ¿Por qué hay tanta gente que se quiere ir de aquí? Busqué como loco algún letrero y lo encontré. En letras mayúsculas se leía: “BRUGGE/BRUGES/BRUJAS”. ¡Coño! Si hay algún sitio en el mundo donde pueda conseguir un hechizo contra la soledad, debe ser éste, me dije asomando una sonrisa.

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7.6.07

Juro que no todos somos así

Lo juro. Me niego a pensar lo contrario. Me destruiría que fuera un hecho. No somos así; lo repito una y mil veces con convicción o para que se haga realidad mediante conjuro. Pido disculpas ante la pena ajena. Bien valdría una cadena para eso.

3.6.07

Pronunciamiento chamista

En vista de los acontecimientos ocurridos durante esta semana, los jóvenes chamistas, organizados como estamos, hemos decidido aportar algunas ideas para el debate necesario. Es esta nuestra postura:

- Nos declaramos independientes, por lo tanto, no comulgamos con partido político alguno.
- Tenemos la convicción de que la lucha de ideas por una sociedad mejor, más justa, es posible. Por eso estamos abiertos al debate.
- Nos desligamos de cualquier acto violento, porque contradice nuestra esencia.
- Nos paramos firmes ante los atropellos de los órganos de represión del Estado que, históricamente, han llevado dolor a los hogares venezolanos. Repetimos, no defendemos la violencia en ningún escenario.
- Rechazamos los pronunciamientos discriminatorios de los diferentes voceros gubernamentales que demuestran, sino un total desconocimiento de la realidad, mala fe en su forma de referirse a los estudiantes que han manifestado en jornadas anteriores.
- Nuestra lucha, necesaria, no es por la defensa de ninguna empresa privada. Nada más lejos de la realidad. Nuestra lucha está motivada por las más nobles causas que mueven al ser humano.
- Consideramos necesaria la disidencia como forma de interacción en una sociedad democrática. Por lo tanto, exigimos igualdad de condiciones para todos los ciudadanos.
- Las minorías deben ser respetadas, ya que cuentan con los mismos derechos y obligaciones de cualquier otro venezolano.
- Estamos en contra de la utilización irrespetuosa de los símbolos patrios.
- Repudiamos la intervención extranjera dentro de los asuntos internos venezolanos.
- Solicitamos espacios dentro de todos los canales de televisión del Estado –que no son del gobierno-, con un trato respetuoso y cobertura equilibrada.
- Respetamos a los miembros de la junta directiva del canal TVes y no dudamos de su honorabilidad, pero demandamos que sea nombrada una nueva que garantice su independencia de las decisiones gubernamentales; siendo la independencia un requisito fundamental para su transparente funcionamiento.
- Exigimos, como estudiantes, estar representados dentro de la programación de los canales del Estado; por lo tanto, proponemos que los noticiarios de TVes sean manejados por las diferentes escuelas de comunicación social del país, mediante consenso, para ayudar a la formación de nuevos periodistas, desligados de cualquier vicio. El Estado –y no el gobierno- tiene el deber de prestar la colaboración económica necesaria.
- Exigimos se cumpla a cabalidad la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión por parte de todos los prestadores del servicio, tanto públicos como privados. Es deber del Estado hacer cumplir esta Ley y sancionar, dentro de su marco, a los que infrinjan alguna disposición.
- Llamamos a los diferentes medios de comunicación para que evalúen sus contenidos a fin de cumplir con las premisas fundamentales de educar, entretener e informar.
- Pedimos respeto de las autoridades para con el movimiento estudiantil, tomando en cuenta que actuamos de buena fe, motivados por un sentimiento popular, justo y noble.
- Hacemos un llamado a todos los medios de comunicación para que bajen el tono en pro de la armonía nacional.
- Exhortamos a los estudiantes a seguir manifestando de manera pacífica hasta ser tomados en cuenta como actores vivos de esta sociedad. No podemos olvidar que nuestra lucha es auténtica.
- Los estudiantes tenemos mucho trabajo por hacer; no estaremos satisfechos hasta lograr una sociedad de iguales, donde reine la justicia y en la que se respeten todos los derechos sin importar raza, credo, género, nivel socioeconómico, postura ideológica o preferencia sexual. Estos logros son nuestros, de nuestra gente. Nos pertenecen gracias a las luchas eternas de nuestros ancestros. No podemos defraudar nuestra historia.
- Hacemos un llamado a abrir debates dentro de las universidades. Los universitarios debemos estar al servicio de nuestras comunidades, del país. Debemos ser contralores y fiscales. Debemos escuchar a nuestro pueblo. Es nuestro deber.
- Nos declaramos en contra de la utilización de consignas que descalifiquen cualquier corriente del pensamiento. Somos amplios y no desconocemos la realidad nacional.

Esperamos estas ideas sean tomadas encuentra dentro de las discusiones permanentes que se están realizando. Es nuestro aporte durante la actual coyuntura.

1.6.07

Amigos:

Hace tiempo entendí que la suerte no viene en un cartón de lotería. Existe y vaya que sí. Conocí la suerte, de la buena, cuando los conocí a ustedes. Amigos rotundos, claros y consecuentes. Sin saberlo, sin tener idea de ello, la suerte, la mía, vino en un paquete que traía de todo. La fortuna fue entonces enorme y ahora me puedo jactar, sin temor al rubor, de tener unos amigos increíbles.

Son ustedes los que le dan sentido a estas líneas, suyas, porque les dan tanta vida que hasta me permito tomar un poco para impregnarme de ella. Sin notarlo, sin tener conciencia, se han convertido en maestros de una claridad sorprendente, de esos que merecen admiración. Son confidentes, fraternales, efusivos y solidarios. Son mis amigos y de eso me siento orgulloso.

Pienso en ustedes y me conmueve saber que soy un tipo afortunado. Sin condiciones han estado ahí y estoy convencido que así será. Les tengo fe; me han demostrado que eso nunca será un error. De antemano, muchas gracias.

Amigos, a ustedes, estas y todas mis líneas. Siempre les han pertenecido. Son profundamente suyas.

P.S. ¿Alguno tiene algo de plata que me preste?

30.5.07

Mi generación, la verdadera generación boba

El ex rector de la UCV, Edmundo Chirinos, llamó en 1984 a los jóvenes de esa época “la generación boba”. Tal vez tenía razón. Quizás esa gente era realmente boba por no tomar posición ante nada. Por protestar poco. Por existir, pero no estar. Por ser adorno y nada más.

Ahora, la nuestra tiene con qué. Tiene como superar a esa generación anterior. Y la culpa no es de nosotros. No. Que seamos la verdadera generación boba se debe a una serie de factores que históricamente hicieron explosión en nuestra cara. La historia nos marcó con sus transiciones. Son los eventos de nuestro pasado los que engendraron nuestro presente. Recordemos que, en líneas generales, nuestro mal comienza por no conocer nuestra propia historia, lo que nos hace terriblemente ignorantes. Eso es sólo el principio. Hemos olvidado de dónde venimos, lo que no nos da claridad para vislumbrar nuestro destino. Cargamos con la terrible herencia de la apatía que nos dejó la generación pasada, pero nuestros males se hacen mayores porque no contamos con una pizca de claridad que nos permita comprender este mundo.

Mi generación es joven. Por definición, en esencia, la juventud se caracteriza por ser rebelde. Todo joven es rebelde con o sin causa. Eso es un hecho. Siempre ha sido así y está muy bien. Además de la rebeldía, todo joven –como cualquier ciudadano- tiene constitucionalmente el derecho a manifestar de manera pacífica. Eso está muy bien. Lo que no se ve bien es que los jóvenes no tengamos conciencia y, además, sudemos ignorancia. Esto pierde mucho más sentido si pertenecemos a una élite que tiene la oportunidad de estudiar en la universidad. Somos, si se quiere, los privilegiados, académicamente hablando. Por eso hay cosas que no se justifican de ninguna manera.

Estoy usando toda esta parafernalia para referirme a los sucesos de estos últimos días. No me ocupa en este momento si somos violentos o hemos sido infiltrados durante alguna concentración. Eso puede quedar para futuras reflexiones. De la policía no hablaré, porque policías son y ya tienen bastante con eso. Ahora me quiero referir a lo medular del asunto. A lo que hemos reflejado, ahora que somos famosos.

Hemos demostrado que no estamos tan claros como creemos. No tiene coherencia que nuestra generación grite a viva voz, en vivo y directo, vía satélite, frente a las cámaras de televisión, que estamos luchando porque en este país no hay libertad de expresión. Esa afirmación es una contradicción mayúscula. Un sinsentido. Una muestra evidente de que no sabemos dónde estamos parados. Una especie de amasijo conceptual. Una excusa más para que los que detentan el poder se ruboricen producto de la pena ajena. No sabemos diferenciar entre estado y gobierno y nos cuesta reclamar nuestros derechos.

No contamos con liderazgo serio y consecuente, porque nunca nos hemos preparado para ello. Nunca tuvimos la necesidad, o eso creíamos/emos. No sabemos con qué se come el liderazgo, porque no tenemos idea de qué será lo próximo que vamos a hacer. No tenemos certeza de lo que queremos y tampoco hemos demostrado creatividad a la hora de hacer lo que hacemos. ¿Estaremos en capacidad de sobrevivir después de que pase el chaparrón y la emotividad de los primeros días? ¿Será esta una semana que sólo servirá para abarrotar con anécdotas de cafetín nuestra memoria? ¿Estamos preparados para asumir las responsabilidades de nuestros actos? ¿Asumiremos una derrota? ¿Habrán otras luchas nobles que puedan unirnos? ¿Abriremos debates y discusiones? Todas estas preguntas tendrán respuesta y, ojalá, sea tan contundente que me permita afirmar que, además de pesado, el único y verdadero bobo de la generación soy yo.

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24.5.07

Grito desgarrador


A pocos días del fin del mundo me pasa lo inimaginable. Todo por culpa de la tecnología China. Yo, como consumidor, confío plenamente en esos chinitos que se ven tan trabajadores, y por eso les compro de todo. No me merezco esto ¡Por qué me va a pasar esta desgracia! A mí, en mi propio cuarto. Justo ahora que comienza la cuenta regresiva para la hecatombe. Justo cuando me había apertrechado con sardinas, atunes, melocotones, palmitos y cualquier vaina enlatada que veía en el supermercado.

Hice un esfuerzo sobrehumano para conseguir armas y así proteger mi estatus de las hordas que seguro vienen a por nosotros. Coño, tan precavido que he sido. Esto no me puede estar pasando a mi ¡Hasta un casco de miliciano tengo! Por si acaso, también hice mi cola y me inscribí en el partido, porque uno nunca sabe. Pero la útima palabra no es mía. El destino me la jugó feo. Me hizo trampa y de la balurda. ¡Oh, dolor!

La cuenta regresiva no para y yo me lo voy a perder todo. Es como si el sueño me hubiera vencido la noche del Y2K. La desgracia comenzó esta tarde cuando llegué a casa después de mi curso avanzado de “prevención de emergencias apocalípticas”. Estaba muy feliz, porque me sabía preparado para enfrentar lo que viniera. Me acosté en la cama y cuando intenté encender el televisor chino que compré en diciembre, el condenado no respondía. No puede ser, me dije. Deben ser las pilas del control. Le di los golpes de rigor al remoto y nada ¿Será que se dañó? ¡No. No puede ser! Sí, sí es. Se dañó. Se quemó, como por combustión espontánea en sus circuitos. Como para restregarme en la cara que no podría presenciar el fin de los tiempos.

Si todo lo que dicen por ahí es cierto, no tendré oportunidad de ver como dinamitan el viaducto, ni los saqueos, ni las vigilias. No podré presenciar los llantos de unos y las risas prepotentes de otros. No hay show para mi este fin de semana. No seré, ni siquiera, uno más en las cifras. No podré formar parte de la sintonía que se vislumbra histórica. El rating se habrá olvidado de mi, así como lo hizo con los p.n.i. mañaneros. ¿Y mi futuro inmediato? ¿De qué hablaré el lunes? ¡Oh, dolor!

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22.5.07

El cobarde


Es la verdad. Soy un tipo cobarde. A veces me armo de valor, pero nunca dejo de sentir miedo. La cobardía, tal vez, me ha permitido llegar hasta esta edad. Por lo menos me gusta pensar eso para darle algo de valor a mis temores. Temo, tengo miedo.

Puedo jurar que no temo a fantasmas. Mi cobardía, que abunda, la tengo reservada para otras cosas. No pienso desperdiciarla en eso. No le temo a mi ciudad ni a los malandros que la habitan. No tengo miedo a comer en la calle, ni a los insectos, ni a la alta velocidad. No temo a la malaria, tampoco a la adversidad. Le temo a cuatro cosas puntuales: los pájaros, la altura, la muerte y a no encontrarte.

El tema de los pájaros viene desde la infancia. Tal vez por culpa de Hitchcok. Tiene que ser por él. De lo contrario sería muy tonto de mi parte temerle a un ruiseñor. Creo que temo a los pájaros por impredecibles. Por no poder comprender su accionar. Se me hacen terribles sus aleteos y terroríficas sus aproximaciones. Quizás tenga que ver con que ellos desafían las alturas, a las que temo. Son los dueños del vértigo y alguien con ese poder ha de ser temible, debo decir.

La altura se me hace un desafío al que temo con fuerza, porque sé que no tengo dominio de ella. Algunos dicen que el temor a la altura se debe a un irrefrenable deseo por saltar al vacío. Tal vez sea eso y sus consecuencias. Como temo tanto a la muerte, veo en las alturas una forma fácil de llegar a ella. Entonces, me alejo de los pájaros porque viven en las alturas y de ahí sólo hay un paso a la muerte.

De la muerte puedo decir que no me intriga tanto la manera de, sino el qué hay después. Me da miedo la muerte, porque me encanta la vida. Es fabuloso estar vivo, sin importar nada. Como la vida me ha demostrado que después de la muerte no queda sino lo que has hecho en vida, entro en pánico ante la idea del fin, porque siento que tengo muchas cosas pendientes. Es ahí donde entra el último de mis temores.

Tengo miedo a vivir sin encontrarte. Temo profundamente que mi vida se convierta en una eterna búsqueda infructuosa. Me aterra no ser feliz a tu lado, donde sea que estés. A eso le temo, a no encontrar un sentido y transformarme en uno más. Temo a vivir sin vivir, a caminar a solas y envejecer amargado. Temo que si no llegas seguiré teniendo miedo a los pájaros, a los riscos y a la muerte. Me aterra un destino sin usted, mujer. Siento pánico y eso, irremediablemente, me convierte en cobarde.

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18.5.07

Crónicas de un mochilero XXVI


Talento nacional frente al Atomium

Ya había perdido mucho tiempo durmiendo. Casi toda la mañana. Decidí ir al Atomium, pero antes quería pasar por el Parlamento Europeo a tomar unas fotos. Otro día de caminata que no sabía cuándo iba a terminar. Al principio dudé en tomar el autobús, pero prefería ir caminando. Definitivamente la mejor opción, porque el día estaba lleno de vida. Había mucha agente en las calles y todos se veían contentos. No me sentía muy bien, pero no me parecía justo poner mala cara ante una jornada que prometía.

Llegué a la sede del Parlamento y tomé unas fotos. Una chica muy linda me veía desde allá. Yo estaba a un lado del pedazo de muro de Berlín que se encontraba adornando las afueras del Parlamento. Ella estaba en el otro extremo. Le devolví la mirada, pero por alguna razón me dio pena acercarme a ella, como si ese trozo del muro nos separara irremediablemente como lo hacía en tiempos donde se padecía de guerra fría. Qué tontería de mi parte. Seguí caminando, leyendo letreros bilingües por doquier y reprochando mi falta de coraje en ese momento. Idiota. Fui directo a tomar un autobús para llegar hasta la Expo de Bruselas donde está el Atomium.

El Atomium es una estructura impresionante en forma de átomo. Uno tiene la oportunidad de entrar y visitar la exposición permanente en su interior. El sitio estaba muy bien. Después del recorrido baje de aquella estructura y fui a tomar unas fotos desde el inmenso jardín que está al frente. Abajo habían turistas haciendo lo propio y a lo lejos escuché algo que me pareció conocido. La verdad es que dudé. Tuve que acercarme un poco más a la fuente que emanaba este sonido ¡Qué bolas! Era la melodiosa voz de Jump cantando “La Mayonesa” ¿Qué tan probable es eso? Mucho estando en Bruselas. Lo más bizarro es que una pareja de recién casados, ella con velo y corona y él de smoking, era la que disfrutaba de aquella música a todo dar. Tuve que tomarle fotos inmediatamente. Lástima que no tenía una videocámara en ese momento. Habría sido fabuloso tener en video a unos belgas recién casados, bailando la mayonesa en los jardines frente al Atomium.

Nota mental: proponer la idea del videoclip de los reciencasados/bailandosinritmo/lamayonesa/frentealatomium a Jump la próxima vez que lo vea. Tal vez le sirva si quiere hacer un regreso triunfal.

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16.5.07

Crónicas de un mochilero XXV

Una noche en Bruselas

El hostal en Bruselas quedaba en una calle bastante empinada. Eso nunca lo olvidaré, porque cuando llegué por primera vez estaba exhausto. Aquella calle parecía interminable. Mis pasos eran firmes. Estaba decidido a llegar de una buena vez. En la recepción me comentaron que sólo les quedaba disponible una habitación triple y que el bar estaba abierto hasta las 3 de la madrugada. Perfecto. No hay ningún problema, contesté. Entré a la habitación y dejé la mochila en una esquina, al lado de la cama que estaba al fondo. Me quité la ropa y fui a al baño a darme una ducha que duró mucho tiempo.

Mientras me duchaba, gocé de aquella agua tibia que pensé era milagrosa, porque casi de inmediato mi cansancio había desaparecido. Salí del baño y me sorprendí al ver a dos personas en la habitación. No escuché cuando entraron. Creo que ellos también estaban sorprendidos. Era una pareja que venía desde la India. Tendrían poco más de cuarenta años. Ella se veía más joven que él. No nos dio tiempo de saludarnos. Estábamos un poco incómodos. Tal vez porque yo estaba desnudo. Entré al baño otra vez y cerré la puerta. Desde adentro le pedí al señor que me hiciera llegar la mochila.

Una vez vestido, y bastante apenado, salí del baño y me presenté. Eran personas muy amables que estaban disfrutando de su recorrido por Europa. Los dos eran abogados y se habían conocido en la universidad en Londres. Veinte años atrás habían hecho un viaje similar y querían revivir aquella travesía. Me pareció una idea simpática. La señora me ofreció una manzana que tenía en una cesta llena de frutas. La acepté y devoré en el acto. Sólo tenía en el estómago algunas papas con mayonesa. Hablamos un rato más y se despidieron para ir a cenar. Me invitaron, pero no me pareció prudente acompañarlos, así que me quedé en el bar del hostal.

La cocina del bar ya estaba cerrada así que tuve que conformarme con una hamburguesa y, como no, una ración de papas fritas. A pesar de la gran variedad de cervezas que tenían para ofrecer, decidí tomarme un trago de ron que costó muy caro. Y así vino el otro trago y sin darme cuenta estaba hablando con un colombiano que pasaba su última noche en la ciudad. Hablamos de fútbol, de mujeres y de la ciudad. Me recomendó que me diera una vuelta por el Atomium y se puso a la orden. Me dijo que si pasaba por Madrid lo llamara. Ahí compartía piso con una venezolana y un argentino. Después de tanta plática me estaba quedando dormido, así que me despedí. Subí hasta la habitación y mis compañeros de cuarto no habían llegado. Los tragos me habían llegado a la cabeza y quedé dormido de inmediato.
La asquerosa resaca me levantó a mitad de mañana. Estaba solo en la habitación. Al lado de mi cama habían colocado la cesta llena de frutas con una nota que decía: “Hijo, come toda la fruta que quieras. Nos fuimos muy temprano y no quisimos levantarte”. Me pareció un buen gesto, pero la verdad no me sentía como para comer nada. Recordé la ducha milagrosa y me fui a dar un baño. Esta vez llevaría la toalla conmigo.

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15.5.07

Crónicas de un mochilero XXIV


Buscando al Manneken Pis

Mi objetivo en ese momento era llegar al Manneken Pis. Para eso, antes tenía que tomar un autobús que me dejara en el centro de la ciudad. Así fue. Llegué hasta la Grand Place, una especie de plaza central donde, según la guía turística que había tomado en la estación de tren, se hacía un festival que cubría el lugar de flores. Lo cierto es que ese día no había ni una flor en aquel sitio. Nada. Eso sí, había mucha gente y podría decir que la mayoría no eran turistas. Todos tenían cara de belga.

En mi recorrido por el centro de Bruselas noté que muchas personas llevaban pequeñas bolsas de papel llenas de papas fritas. Nunca imaginé que fueran adictos a las papas fritas con mayonesa. Era una locura. En aquel lugar habían unos adolescentes sentados bajo la sombra de una estatua y todos comían papas fritas. Las papas fritas no distinguían edad, ni género, ni hora. Estaban presentes a cada instante, por donde volteara a ver. De verdad todo aquello me pareció bastante peculiar; tanto, que tuve que comprar mis propias papas para saber de qué iba todo. La verdad las papas estaban sabrosas.

Las papas son tan sólo una característica peculiar de los belgas. Allá se habla francés y neerlandés, en Bruselas tienen monorriel, son la sede permanente del Parlamento Europeo y disfrutan de más de 500 tipos de cerveza distinta. Claro, tampoco se puede olvidar al Manneken Pis, con el que no me había topado aun, que viene a ser el emblema de la ciudad junto al Atomium.

Ese día caminé por horas. Estoy seguro que di muchas vueltas en círculo. Ya me estaba poniendo de mal humor. Tenía mucha hambre y padecía las consecuencias del viaje desde París tan sólo unas horas atrás. Cuando me topé con el Manneken Pis, por casualidad, no podía creer que había caminado tanto buscando una pequeña estatua de bronce que, según la tradición, era un homenaje a un niño que salvó a la ciudad de una invasión enemiga. En Bruselas hay una fundación que se dedica a disfrazar la pequeña estatua. En el museo de la ciudad conservan cientos de atuendos que ha vestido este personaje.

Todavía sorprendido por mi hallazgo casual, me paré frente a la estatua y, por unos segundos me quedé a contemplarla. Ahí comprendí todo. El condenado se burlaba de mi y de mi agotamiento, del montón de vueltas que di para llegar hasta él. Se meaba en todo, se meó en mi. Sentía que me veía y se orinaba. Sus micciones nunca pararon. Ciertamente me sentí ofendido por el emblema de la ciudad. No tenía mucho sentido quedarme a discutir con una estatua de bronce. Sobre todo por el cansancio; tenía todas las de perder. Recordé que no me había chequeado en el hostal. Tuve que regresar a la estación de tren a buscar mi mochila y luego decidí caminar todo el trecho hasta el albergue. En el camino de regreso me provocó comer alguna papa más.

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13.5.07

¿Alguna vez has visto llover?

Alguien me dijo hace algún tiempo que la calma precede a la tormenta, lo sé; ha pasado desde hace algún tiempo.
Cuando para, así dicen, lloverá un día soleado, lo sé; el brillo bajará como agua.
Creedence Clearwater Revival

Estoy empapado. El diluvio enferma. No para de llover desde hace tiempo. No encuentro refugio. Llueve y ha llovido eternamente. No sé si realmente sabes a qué me refiero ¿Acaso tienes idea?
Crees saberlo, pero no tienes idea. Pasa muy seguido, pasa todo el tiempo. A veces me resigno y dejo todo a la suerte. Espero eternamente. Entra la desesperación. Por momentos el sol aparece a lo lejos, pero llega la noche y sigue lloviendo. Espejismo para incautos, quizás. Caigo otra vez. La belleza está ahí frente a mis ojos, pero es inalcanzable. Paradójico sentido del humor que me posee y así me enfrento a los demonios que son indescifrables.
Y hablas de la lluvia con aparente propiedad, cuando ella me pertenece. Y crees que comprendes. No es tan fácil. Ni siquiera para mi. Las gotas son heladas y me quedo sin pulmón. Y hablas del sol cuando el amanecer está nublado. Es que no entiendes. Crees profundamente que sí y casi te confinas a la mentira. No hables de la lluvia. No hables así. Te prefiero contando historias de sol. Es lo tuyo. Háblame otra vez de aquello, del día en que todo está despejado por siempre, de eso. Esas historias me gustan. Dime de qué va todo. De cómo cae el sol. Estaré atento y esperaré.

7.5.07

Función de medianoche

— Estás tomando las cosas como no son. Un poco de optimismo le vendría bien a tu vida. Ya que no quieres hacerlo, me pongo a tu disposición. Para eso somos amigas. Yo acá estoy al pie del cañón, como se dice. Pero la verdad no me gusta verte así. No vale la pena. No lo tomes a regaño, porque sé que eso es lo que menos necesitas en este momento. Además, entre nosotras las vainas no funcionan así. Te habrás dado cuenta a lo largo de todo este tiempo.
— Ya suenas a monólogo. Haz un poco de silencio.
— No es eso. Es que trato de ayudarte. ¿No lo ves?
— Sí. Las gracias están de más.
— En eso tienes razón. No hay nada que agradecer. Simplemente me nació. Vamos, levántate de ahí.
— La verdad, no tengo muchas ganas. Acá estoy cómoda.
— Eso lo puedo notar. Pero es mejor si lo haces a mi modo.
— ¿A tu modo? ¡No me jodas! No es por nada, pero creo que no tienes moral.
— ¿Pero qué pretendes ahora?
— Nada. Sólo te digo que deberías verte ahí. Estás más patética que yo cuando me encontraste.
— ¡No me jodas!
— No es joda. Te veo mal. Creo que la que necesita un poco de ayuda eres tú. Vámonos si quieres.
— No necesito ayuda. Vine aquí para estar a tu lado.
— Pero pareces más bien cómoda. Creo que yo soy una excusa.
— No necesito excusas.
— Claro. Ya, déjate de vainas. Vamos a levantarnos.
— No. Yo no necesito de tu compasión.
— No es compasión. Son puras ganas de ayudarte.
— ¿Ahora soy yo la que necesita ayuda?
— ¿No?
— Coño, no me vengas con esa.
— Te conozco. No tienes porque hacerte la fuerte. Si quieres quedarte ahí, por mi no hay problema. Total, entre las dos nos podemos hacer compañía.
— ¡Ahora qué estás insinuando! No estoy sola. No necesito compañía. Vine por ti.
— Vale. Está bien. Soy yo la que necesita de alguien. No discutamos más. Así nunca se resuelve nada.
— Okey. Me gusta que por lo menos lo aceptes. Ése es el primer paso.
— Claro. Nunca sonaste más aburrida. Pareces telenovela mayamera ¿Qué es eso del primer paso? Déjate de eso y haz silencio un rato. Eso vine a buscar.
— Está bien, pero que quede claro que me quedo, porque así me lo pides.
— Está bien, chica. Está bien.
— ¿Y ustedes dos qué hacen ahí?
— Cuento largo, mi amor. Ven para acá. Ven con nosotras y no hables.
— Coño, pero todo esto es muy bizarro. Parece la más oscura de mis fantasías.
— Sí, sí, sí. Si te quedas es para hacer silencio.
— Está bien. Pero me pueden explicar de qué va todo esto.
— Silencio. Calla y serás bienvenido.
— Coño, pero me pueden explicar, por lo menos, qué carajo estamos haciendo acá a esta hora. Somos los únicos.
— No hay nada que explicar. Si quieres te quedas. Sino, te vas. Por algo haz venido. Tal vez quieras hablar de eso.
— No, nada de eso. No quiero hablar.
— Muy sensato de tu parte.
— Sí. Yo me quedo.
— Entonces haz un poco de silencio que la película está por empezar.

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30.4.07

Las Hermanas Calle, mi despecho y la cuenta

Lo de las Hermanitas Calle conmigo fue una unión fuerte, mágica, desde el aquella vez, nuestro primer encuentro. En los bares y tascas de La Candelaria las conocí siendo un carajito. Fue en la barra de la tasca Cuchileros cuando me dejé arropar por su canto fabuloso. Me acompañaba un trago de cacique puro, como lo toman los machos, más si están despechados, padeciendo con la piel desnuda un guayabo fabuloso producto de un amor no correspondido. El ron estaba amargo, estremeció mi ser en cada sorbo, pero parecía muy dulce en comparación con mi dolor. El ron era lo de menos; realmente amarga era aquella escena: estaba yo sentado —más bien colocado— en la gastada barra de un bar, rodeado por desconocidos que se veían, quizás, mucho más golpeados que yo. Era un ambiente de sombras, de fantasmas y muertos en vida que se mecían sin cadencia. Alguien blasfemó y todos lo entendimos. ¡Maldito sea el infierno! Y como en un coro de iglesia todos asentimos. Éramos una cofradía de derrotados; así nos veíamos. Humillados, abatidos, borrachos y con ganas de seguir bebiendo. Un espectro me sacó del trance en el que me encontraba y fue entonces cuando escuché los compases de una ranchera, presté atención y oí a las Hermanas Calle decir:

Si no me querés, te corto la cara
con una cuchilla de esas de afeitar,
el día de la boda
te doy puñaladas, te arranco el ombligo
y mato tu mamá.

¡Qué vaina tan hermosa!, pensé. Levanté mi copa y brindé mil veces por aquello, por ese momento sublime. Descubrí lo bello de la vida en aquel húmedo bar de ciudad. En ese momento me supe feliz por un instante, para siempre. Comencé a soñar de nuevo. Entendí de qué iba todo. Ya era hora de salir de ese sitio. Bebí lo poco que quedaba en mi vaso y pedí el del estribo. El tipo de la barra me sirvió con gusto, puso el trago frente a mi y me dijo: “Tranquilo, muchacho. Hoy va por cuenta de la casa”. Desde esa noche de abril he pasado otras tantas ahí en Cuchilleros, rodeado de fantasmas desconocidos y esperando con gusto el momento de pagar la cuenta que no tiene precio. Como aquella noche, siempre salgo de ahí dando tumbos, chocando con los postes, volando sobre el suelo, cantando junto a las Hermanitas Calle por culpa de algún desamor ingrato, de esos que abundan y me hacen sentir vivo.

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Recomendaciones de hoy:
El blog: Mal de amores - El sitio: Cuaimas despechadas - La peli: Notes on a Scandall, dirigida por Richard Eyre - El trago: Cacique - La ñapa: Contra el despecho prefiero el ron

27.4.07

Ciudad múltiple


Acá en mi ciudad el día puede comenzar en Bello Monte. Te verás echado sobre una helada plancha de aluminio, usando una incómoda etiqueta en el pie. Algunas veces el día se transforma en prolongación de la noche y el guaguancó no termina nunca. También hay días que se ven nacer desde el club, con los campos de golf de fondo y un conleche en la taza. El día es día antes del sol, muy temprano cuando saludas al quiosquero o haces colas interminables para agarrar el primero de los carritos de tu jornada. Hay días de días, como esos en los que amaneces empiernado con la más fugaz de las pasiones. Hay días de lluvia y otros calurosos. Caracas y su rutina que parece tragar tu espíritu para llevarlo por el drenaje que desemboca en el Guaire; río que nunca más fue un río, por lo menos no uno apetecible, pero sigue estando ahí para recordarnos la ciudad que somos.

Un día te topas con una mujer embarazada manejando una moto china y otro te encuentras subiendo las longuísimas escaleras del cerro para llegar al hogar después de una jornada de trabajo inclemente. Hay días de no hacer nada y otros de subir el Ávila con ganas y bajar exhausto. Un día vi la muerte cerca de la Concepción Palacios donde a veces se confunden a los bebés y nace todo el mundo. Acá en Caracas, ciudad de profundos contrastes, el verde se mezcla con el concreto y el smog arropa sin que lo notes. Acá las mujeres siempre son bellas y nunca paran de caminar. Acá, en Caracas, hay colinas, montes y valles, cerros y calles desordenadas que nunca se encuentran con semáforos. La basura abunda frente al museo de mi ciudad y en los domingos de parrilla o mondongo en lata las plazas están más solas que los centros comerciales.

En Caracas no nos vemos a los ojos, con la falta que nos hace. En Caracas, ciudad profunda, nos nos conocemos y constantemente negamos al otro, como si este y oeste estuvieran divorciados irremediablemente. Sobrevivimos en realidades opuestas, que se desencuentran aquí y más allá; la ciudad se convierte en cosa ajena, cosa de otros, de aquellos que nos miran a lo lejos. Y aun hoy, por negligencia, no conocemos a fondo la ciudad que despierta de madrugada y no se acuesta nunca; ciudad que devoramos y nos devora. Caracas, la de los afectos y demonios. La ciudad que cada día está más viva.

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23.4.07

Coming to Town

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Corto:
Coming to Town
Director: Carles Torrens
Año: 2006
Duración: 18 minutos
País: España/EEUU
Idioma: Inglés
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