4.9.07

Mentira la mentira


Buenos días. Mi nombre poco les importa. Tengo un problema y al aceptarlo doy el primer paso. He pasado ya doscientos días sin mentir. No ha sido fácil para mi, pero nada vale la pena. Debo decir que no les agradezco a ustedes. De hecho, siento que cada reunión, cada tarde que comparto acá, hace que mi ego se desborde. Es simple. En esta habitación me rodean un montón de perdedores sin oficio real. Además de poco creativos; eso bien merece una muerte súbita. Me aburren mucho sus historias insípidas de mentiras a medias o realidades fantasiosas. No saben mentir. No me interesa para nada que, producto de su poca monta, hayan perdido familias o les invada la desesperanza. Sus familias apestan tanto como ustedes ¿Qué le pasa a la gente? ¿Cómo les creen? El mundo se jodió.

Hace doscientos días llegué acá con grandes expectativas. Pensé que me rodearía gente con poder; políticos, metereólogos, algún sacerdote atormentado ¡Por lo menos un ludópata! Nada. Para mi sorpresa estaban ustedes, “los patéticos”, como les digo cuando cruzo la puerta. Los idiotas de las historias comunes. Los mundanos. Ustedes simples estudiantes, carniceros, amas de casa, periodistas, cocineros, obreros, tipos de a pie. Los que están rodeados de gente tan común que falsea sin percatarse y se da licencia para dar como cierta cualquier bobería. Dan vergüenza. El mundo está jodido.

No sé cuando comenzó la decadencia. No fue mi culpa. Siempre mentí por placer. Por sentir en mis labios la grandeza de la estafa elaborada; en honor a los historiadores y sus héroes necesarios. Mentía por misticismo, porque fue la mentira, la buena y maravillosa mentira, la que engendró civilizaciones. La mentira, bonita mentira, que creó en menos de siete días dioses y consagró reyes. Por eso, me exculpo de todo. No me siento responsable por ustedes, ni por aquella nefasta jornada. Ese maldito día en que todo fue sencillo y las excusas fueron nombradas mentiras. El día de la noche eterna. El arte se convirtió, entonces, en una simple falacia que los intelectuales aplaudían sin parar. El sexo no fue sexo nunca más, olvidando sus palpitaciones para convertirse en moda conveniente. La belleza que se maquillaba, ahora entraba en serie al quirófano. Y ustedes, falsos como todos -que no mentirosos- se dan cuenta, pero callan para ser complacientes y eso, terribles compañeros, definitivamente no es mentir. El mundo, por vuestra complicidad, está irremediablemente jodido.

3 comentarios:

H dijo...

Pues imagínate, cómo se es honesto ante ciertas cosas?... El mundo es una sarta de mentiras... qué puedes hacer? yo me hago la pregunta y no tengo respuesta. Solo llego a la conclusión de que no tengo el poder para hacer algo, si tuviese alguna idea de qué hacer claro.
Ser honesto consigo mismo? y darse cuenta de las mentiras del mundo... puede ser un comienzo.

Alea dijo...

Qué grande que sos, mi chamo!
El mundo, nuestra realidad, es una gran mentira construida en cadena. Como decís, estamos fodidos.

Loviu!

Anónimo dijo...

Que vaina tan buena!