Fue frente al Pompidou
El sol estaba inmenso y el cielo limpio, sin una nube. La temperatura era agradable para ser una mañana de verano. La gente —que era muy poca a esa hora— estaba feliz por las calles de París. Por lo menos, así lo percibí ese domingo. No recuerdo específicamente qué hizo que me bajara en la estación Châtelet para luego caminar unas cuadras por el Boulevard de Sébastopol. Mi paso era lento. Andaba a la misma velocidad con la que puedes saborear un buen helado.
En mi recorrido por el boulevard busqué, sin mucha suerte, algún sitio para poder tomarme un café. Estaba en París y quería tomarme un café. Tal vez todo estaba cerrado porque era domingo, muy temprano para un domingo al parecer. Saqué el mapa, me senté en plena acera y comencé a preparar mi jornada. Quería llegar —cómo no— a la Torre Eiffel. El mapa que había comprado al llegar a París era muy grande. Terrible. Se desdoblaba en infinitas partes y ubicarse en él era muy complicado ¡Qué carajo! No voy a perder más tiempo buscando. Caminando llegaré.
Mi instinto me decía que debía seguir derecho y cruzar en algún momento. Mi instinto no conocía París y mientras caminaba dejaba cada vez más lejos la Torre Eiffel. En ese momento no sabía que a mis espaldas, a tan sólo tres cuadras, estaba el Sena y que desde ahí se puede divisar la torre. De Sébastopol giré hacia la Rue Rambuteau y luego me metí por la Rue Saint—Martin. Habré caminado unos 20 metros por la Saint—Martin cuando descubrí algo impresionante.
Paré mi andar en seco por unos segundos y contemplé, totalmente sorprendido, aquella estructura. Frente a mi estaba uno de los edificios más increíbles que había visto nunca. No era el más grande, ni el más lujosos, pero sí era el tipo de sitio que te deja con la boca abierta. Mucho más si no esperas toparte con algo así. Aquello rompía con los añejos edificios parisinos. Era como un rompecabezas, parecía de mentira. Era el Museo Nacional de Arte Moderno Georges Pompidou.
Frente al Centro Pompidou hay unos escalones dispuestos de tal forma que permiten que uno se pueda sentar a admirar aquella obra de arte. Adentro, me toparía con Andy Warhol, Jean Arp, Alexander Calder, Jean—Pierre Raynaud, el cinetismo de Cruz—Diez, una brutal exposición de arte chino distribuida en una gigantesca maqueta de Pekín y con Gabriela, la mexicana, mi primera amiga en este viaje. Para llegar a ese punto tendría que esperar hasta las 11 de la mañana. A esa hora abre el museo. Mientras, encontré una máquina de café instantáneo. Ese sería mi primer café en París. Un café de máquina como el que tomo en Caracas. Vainas de la globalización. Me senté en las gradas a comprender el mapa, para hacer algo de tiempo, tomando mi primer café. Mi primer café, frente al Pompidou.
Ubicación al escribir esta entrada:
Latitud 10° 30' N, Longitud 66° 50'W
Contacto: elchamodel114
Latitud 10° 30' N, Longitud 66° 50'W
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1 comentario:
Pablo, estoy enamorada de tus crónicas!
Un beso inmenso!
Paty
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