21.2.07

Agua y nada más


Me levanté titubeante. Necesitaba un poco de agua. No recordaba mucho de la noche anterior. Sólo algunas imágenes sinsentido venían a mi. Sé que la farra comenzó ocasionalmente en casa de un buen amigo, pero no recuerdo dónde terminó. La resaca es un indicio que no me deja dudas. Anoche la armé en grande. Recuerdo haber estado en Júpiter, el bar. Recuerdo que ahí me topé con Afrodita, la diosa. Hablamos, no sé de qué, reímos y nos besamos una y otra vez. Recuerdo que la diosa, Afrodita, no estaba sola. Venía con unas amigas. Yamileth era una de ellas. Yamileth anda con una diosa y no lo sabe. Cosas de bachiller promedio. En fin, la diosa se fue o la perdí cerca del baño, no recuerdo muy bien. Confieso que cuando llegué a Júpiter, el bar, estaba como fuera de mi. Un poco tocado por los excesos, pero de pie y eso está muy bien. Siempre que pueda sostenerme por mis propios medios seré un tipo normal —ver la campana de Gauss—. La verdad es que ahora que recuerdo bien, hice un poco de trampa en Júpiter. La fuerza de gravedad quería jugar una mala broma y me sostuve, como pude, de la pared. Bueno, entonces estaba en Júpiter cuando decidimos ir a otro lado. Salí sin rumbo y sin la diosa de ahí. Hoy extraño a Júpiter por su diosa, pero anoche no. Lo cierto es que mezclar no está nada bien. Un poco de esto y más de aquello. Una copa más, en vaso de plástico que me voy. Recuerdo que cuando entre al antro de moda habían conocidos o por lo menos eso pensé. Nos saludamos, me brindaron un poco más y hablé del Papa y la Reina que debe claudicar. Nadie me comprendía y yo tampoco a ellos. A lo lejos vi a esta chica sentada sola en la mesa de la esquina, me acerqué. Invoqué a Rimbaud y se lo hice saber. Ella me retó y lo hice otra vez. “Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde corrían todos los vinos, donde se abrían todos los corazones. Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié.” Gané la apuesta y me besó. Pensé que no era justo para mi. Yo le regalé a Rimbaud y ella me dio un beso terrible. Reclamé con furia y me besó para callarme. Esta vez el beso me había encantado. La apreté fuerte y seguí besándola y el tiempo se detuvo, pero la música no. Y yo que dejé a la diosa en Júpiter y estaba ahora con la chica de la mesa de la esquina sentada en mis piernas hablando de los ingleses que no me importaban para nada en ese momento. Sólo quería irme de ahí, con ella, lejos de todo, lejos de ese antro de moda con gente que parecía conocerme y me vigilaban desde allá, cuchicheando. Largarme lejos de aquella música de ritmos arabescos que no van conmigo, no esa noche, y rogué por el milagro que nunca sucedió. Yo, rogando por un milagro cuando creo que son un invento ocioso. Esa era la estampa de aquel buen hombre que había salido fortuitamente de casa y que ahora, acostado en su cama, solitaria y sin aroma, no recordaba más que imágenes sin sentido, luego de despertar titubeando. Y así estaba esta mañana, suplicando por un poco de agua nada más.

Ubicación al escribir esta entrada:
Latitud 10° 30' N, Longitud 66° 50'W

2 comentarios:

Marcos Mendoza Saavedra dijo...

Un alka-seltzer y a acostarse a su lado de nuevo...

Gracias por tan buen texto...

Salud!

flequillo dijo...

Salud!!!!!!
(qué hermosa "hueva" decía jajaja!)