
Algo raro pasó en ese momento. Algo que me hizo pensar en todo menos en mi. Una sensación de vacío que me resultaba incoherente. A pesar de encontrarme por primera vez ahí, en París, escalando el símbolo universal de la ciudad, sin tener la certeza de regresar algún día, no paraba de pensar en que ese preciso momento no tenía mucho de especial. Tal vez el vino me había pegado fuerte en la cabeza, pero súbitamente tomé a Gabriela de la mano y empecé a dar zancadas con todo ímpetu, pasos monumentales por aquella torre de acero. Gabriela no comprendió mucho, pero me siguió el ritmo hasta que paramos para tomar un poco de aire. Exhaustos, nos vimos a los ojos y yo grité a todo pulmón: “¡Jalisco no te rajes!” y seguimos subiendo aquello, ahora cantando y gritando y Gabriela, a todo pulmón, me preguntaba:
—¿Qué es la vida?
Yo respondía:
— ¡No lo sé!
— ¿A qué sabe la felicidad?, decía la mexicana.
— ¡Yo no sé!, replicaba yo mientras imprimía más velocidad al subir.
— ¿Es esto París?
— ¡No lo sé!
Y el aire se nos hizo insuficiente y el sudor abundante, pero ya estábamos cerca de llegar y fuimos muy felices. Y cantábamos en español con acento francés y la gente nos veía sin saber el porque. Simplemente eramos un par de jóvenes dispuestos a gozar de una vista genial de París en todo lo alto de la Torre Eiffel.
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Latitud 10° 30' N, Longitud 66° 50'W
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1 comentario:
Hasta que al fin te dignas de complacer a la niña del bigote...sería hora de que empezaras a cumplir tus promesas y palabras a tiempo para que así angelins no tuviera que amenazarte y tu no tuvieras que decirnos que somos peor que una célula ociosa de la ETA...aunque fue muy original el comentario...
Te quiero
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