¿Qué puede relatar un joven con más de dos décadas de vida (aunque menor de 30 años) que ve transcurrir sus mejores días desde algún lugar de Caracas?
¿Acaso la cotidiana paranoia a la que nos somete la inseguridad? ¿Acaso la belleza que se nos presenta de forma tan rápida que somos incapaces de verla en nuestro afán de estar siempre apurados por llegar a ninguna parte? ¿Acaso la falta de sentido en que se centra el verdadero sentido de la vida?
Creo que sólo puedo hablar desde mi propia cotidianidad y, para ello, echo mano de las siguientes palabras que escribí hace poco. Son palabras que, en su momento, dirigí a mi hermana (quien actualmente reside en México D.F. por razones académicas); son sólo palabras... palabras que escribí desde "algún lugar de Caracas".
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Caracas, 20 de febrero de 2006
Hoy ha sido un día húmedo por aquí (estoy en el apartameto), la ventana de la sala está abierta y se siente una agradable temperatura de ese frío que suele dejar la lluvia recién caída. En las dos sillas junto a las cortinas (que piden a gritos que las laven) hay un montón de ropa que tengo por planchar y que hace juego con la que cuelga en las cuerdas junto a la lavadora. Mi habitación y el cuarto de mamá están como siempre, es decir, llenos de ese polvo que te hace estornudar cada vez que vienes. En pocas palabras, estoy en casa.
La semana pasada terminé el semestre y comencé a trabajar en una agencia de noticias. La agencia PANA (Periodismo a Favor del Niño y del Adolescente). Básicamente el trabajo consiste en monitorear 7 de los principales diarios que circulan a nivel nacional y separar las informaciones relacionadas con temas de la infancia y de la salud (esto último a petición de UNICEF).
La agencia queda cerca de Chacaíto (o más bien EN Chacaíto), como a 4 cuadras de la estación del metro. Es un sitio curioso de Caracas ese lugar, porque es la frontera en la que termina el municipio Chacao y comienza el municipio Libertador, o sea, que puedes ver la nube pululante de buhoneros que de repente se detiene en una especie de "línea invisible" a partir de la cual hay funcionarios de la policía de Chacao. Es como si todo estuviera limpio y espacioso hasta un punto determinado a partir del cual entras en el concierto de la anarquía. Del lado del orden, el gobierno de "Primero Justicia" y del lado de la basura, del olor intenso a orina (que te penetra al salir por la estación del metro) y de los 5 buhoneros respectivos por metro cuadrado que venden hasta mierda en cápsulas para ganarse la vida, se encuentra el gobierno Chavista de Freddy Bernal. La agencia queda a 5 cuadras de aquí.
Al salir del metro avanzas en dirección hacia el municipio Libertador pasando una suerte de "terminal de autobuses improvisado" en el que toda las mañanas se observan decenas de personas haciendo cola para montarse en su camionnetica. Francamente es mejor caminar por la calle porque hay tanta gente en la acera que casi no te dejan caminar. Bajas las cuatro cuadras pasando locales de comida (areperas, tascas y quioscos) hasta llegar a la Av. Solano. El otro día me desayuné con una arepa de queso en uno de estos restaurantes, el precio: cinco mil bolívares; al día siguiente compré otra arepa (esta vez en un puesto ambulante), el precio: dos mil bolivares. Y lo peor fue que la de dos mil bolívares estaba más grande y más sabrosa.
Al llegar a la Solano ya se despeja un poco el circo de las cuadras anteriores y comienzan algunos edificios residenciales entre los que hay pequeños negocios insertados (una carnicería, una frutería y una especie de abasto), en la cuadra siguiente hay un taller que repara y vende Aires Acondicionados (supongo que para autos), ahí se cruza a la derecha llegando a una zona que parece netamente residencial.
Es una calle de un solo sentido (llamada Orinoco) en donde se ven edificios de baja altura y casas antiguas (o quintas como las llaman aquí). La calle tiene varios árboles sembrados en las aceras, entre esos árboles se olvida de inmediatio a los 6 mendigos que siempre duermen cerca del terminal y a cuya vista me he acostumbrado en apenas algo más de dos semanas. Allí no se siente ya el olor a basura y orine, es otro de los (tal vez miles) de ejemplos de grandes contrastes de Caracas. Una quinta de dos pisos sirve de sede a la Agencia en esa calle que parece sacada de un pueblo rural de película gringa,
Yo trabajo en el piso de abajo. Mi escritorio (cuando reviso los periódicos) está al lado de la fotocopiadora, comparto la habitación junto a una joven estudiante de la Santa María (también de Comunicación Social), nuestro lugar de trabajo queda justo frente a la cocina (¡qué conveniente! ¿no?), todas las mañanas la señora Betsaida (quien vive allí como "güachimana" de la casa) me recibe con un cafecito caliente pues ya sabe que yo soy de los que toman café (y cada vez que me provoca voy a la cocina, que tan lejos me queda, y simplemente me sirvo otro).
Cuando me dedico a escribir no pienso en el exterior, en la oficina no se escucha el caos que existe a las cuatro cuadras ni los asaltos que suceden a diario. El aire acondicionado central me oculta incluso el sol o la lluvia que cae en la parte de afuera. Todos los días salgo de mi refugio (del apartamento en el que duermo) para ocultarme en mi trabajo... y debo dar gracias porque estoy en un buen lugar. Un lugar en el que me alejo de la ciudad ignorando que vivo dentro de ella.
Supongo que hay muchos más detalles intrascendetes que puedo contarte pero esto ya está demasiado largo como para leerlo en una sola sentada.
Luego seguiré contándote más.
Un beso.
Cuídate y saludos a todos allá (o sea, que les digas que yo mando a decir: "¿Cómo ta la vaina?").
Besos y abrazos otra vez.
Te quiero mucho,
PABLO S.-
¿Acaso la cotidiana paranoia a la que nos somete la inseguridad? ¿Acaso la belleza que se nos presenta de forma tan rápida que somos incapaces de verla en nuestro afán de estar siempre apurados por llegar a ninguna parte? ¿Acaso la falta de sentido en que se centra el verdadero sentido de la vida?
Creo que sólo puedo hablar desde mi propia cotidianidad y, para ello, echo mano de las siguientes palabras que escribí hace poco. Son palabras que, en su momento, dirigí a mi hermana (quien actualmente reside en México D.F. por razones académicas); son sólo palabras... palabras que escribí desde "algún lugar de Caracas".
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Caracas, 20 de febrero de 2006
Hoy ha sido un día húmedo por aquí (estoy en el apartameto), la ventana de la sala está abierta y se siente una agradable temperatura de ese frío que suele dejar la lluvia recién caída. En las dos sillas junto a las cortinas (que piden a gritos que las laven) hay un montón de ropa que tengo por planchar y que hace juego con la que cuelga en las cuerdas junto a la lavadora. Mi habitación y el cuarto de mamá están como siempre, es decir, llenos de ese polvo que te hace estornudar cada vez que vienes. En pocas palabras, estoy en casa.
La semana pasada terminé el semestre y comencé a trabajar en una agencia de noticias. La agencia PANA (Periodismo a Favor del Niño y del Adolescente). Básicamente el trabajo consiste en monitorear 7 de los principales diarios que circulan a nivel nacional y separar las informaciones relacionadas con temas de la infancia y de la salud (esto último a petición de UNICEF).
La agencia queda cerca de Chacaíto (o más bien EN Chacaíto), como a 4 cuadras de la estación del metro. Es un sitio curioso de Caracas ese lugar, porque es la frontera en la que termina el municipio Chacao y comienza el municipio Libertador, o sea, que puedes ver la nube pululante de buhoneros que de repente se detiene en una especie de "línea invisible" a partir de la cual hay funcionarios de la policía de Chacao. Es como si todo estuviera limpio y espacioso hasta un punto determinado a partir del cual entras en el concierto de la anarquía. Del lado del orden, el gobierno de "Primero Justicia" y del lado de la basura, del olor intenso a orina (que te penetra al salir por la estación del metro) y de los 5 buhoneros respectivos por metro cuadrado que venden hasta mierda en cápsulas para ganarse la vida, se encuentra el gobierno Chavista de Freddy Bernal. La agencia queda a 5 cuadras de aquí.
Al salir del metro avanzas en dirección hacia el municipio Libertador pasando una suerte de "terminal de autobuses improvisado" en el que toda las mañanas se observan decenas de personas haciendo cola para montarse en su camionnetica. Francamente es mejor caminar por la calle porque hay tanta gente en la acera que casi no te dejan caminar. Bajas las cuatro cuadras pasando locales de comida (areperas, tascas y quioscos) hasta llegar a la Av. Solano. El otro día me desayuné con una arepa de queso en uno de estos restaurantes, el precio: cinco mil bolívares; al día siguiente compré otra arepa (esta vez en un puesto ambulante), el precio: dos mil bolivares. Y lo peor fue que la de dos mil bolívares estaba más grande y más sabrosa.
Al llegar a la Solano ya se despeja un poco el circo de las cuadras anteriores y comienzan algunos edificios residenciales entre los que hay pequeños negocios insertados (una carnicería, una frutería y una especie de abasto), en la cuadra siguiente hay un taller que repara y vende Aires Acondicionados (supongo que para autos), ahí se cruza a la derecha llegando a una zona que parece netamente residencial.
Es una calle de un solo sentido (llamada Orinoco) en donde se ven edificios de baja altura y casas antiguas (o quintas como las llaman aquí). La calle tiene varios árboles sembrados en las aceras, entre esos árboles se olvida de inmediatio a los 6 mendigos que siempre duermen cerca del terminal y a cuya vista me he acostumbrado en apenas algo más de dos semanas. Allí no se siente ya el olor a basura y orine, es otro de los (tal vez miles) de ejemplos de grandes contrastes de Caracas. Una quinta de dos pisos sirve de sede a la Agencia en esa calle que parece sacada de un pueblo rural de película gringa,
Yo trabajo en el piso de abajo. Mi escritorio (cuando reviso los periódicos) está al lado de la fotocopiadora, comparto la habitación junto a una joven estudiante de la Santa María (también de Comunicación Social), nuestro lugar de trabajo queda justo frente a la cocina (¡qué conveniente! ¿no?), todas las mañanas la señora Betsaida (quien vive allí como "güachimana" de la casa) me recibe con un cafecito caliente pues ya sabe que yo soy de los que toman café (y cada vez que me provoca voy a la cocina, que tan lejos me queda, y simplemente me sirvo otro).
Cuando me dedico a escribir no pienso en el exterior, en la oficina no se escucha el caos que existe a las cuatro cuadras ni los asaltos que suceden a diario. El aire acondicionado central me oculta incluso el sol o la lluvia que cae en la parte de afuera. Todos los días salgo de mi refugio (del apartamento en el que duermo) para ocultarme en mi trabajo... y debo dar gracias porque estoy en un buen lugar. Un lugar en el que me alejo de la ciudad ignorando que vivo dentro de ella.
Supongo que hay muchos más detalles intrascendetes que puedo contarte pero esto ya está demasiado largo como para leerlo en una sola sentada.
Luego seguiré contándote más.
Un beso.
Cuídate y saludos a todos allá (o sea, que les digas que yo mando a decir: "¿Cómo ta la vaina?").
Besos y abrazos otra vez.
Te quiero mucho,
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