El proceso creativo es bastante meritorio. No es fácil sacarse de la chistera un buen programa de televisión. No todo el mundo tiene las habilidades para echar adelante media hora de producción diaria. Comprendo que todo esto es complicado. Los creativos que trabajan para los canales comerciales, o del estado, tienen un reto constante. Me gusta pensar que la mayoría de las veces son los ejecutivos de las empresas televisivas los que imponen con puño de acero una política de programación como la que tiene la industria de la televisión en Venezuela hoy en día. Cosa que no es nueva, por cierto. Quiero echarle toda la culpa a estos los altos gerentes. Quiero pensar que desde arriba vienen las órdenes de crear programas que desde su génesis subestimen a la audiencia. No puede ser culpa de los creativos. ¿O si?
Sé que más allá de la romántica visión de que los medios de comunicación deben tener la misión de informar, educar y entretener con contenidos de calidad, está el aspecto económico. Sé que de algo tienen que vivir los canales. Lo comprendo perfectamente. Pero esto no parece excusa válida para seguir utilizando las mismas f'órmulas de siempre. Lo brutal del asunto es que no nos hemos estancado en cuanto a la producción de contenidos, sino que vamos en un retroceso desenfrenado. Y debemos tener claro que no es culpa de la audiencia que esto sea así. Sería muy rastrero afirmarlo.
Decir que Sábado Sensacional —o como quiera que se llame ahora— sigue al aire, dando patadas de ahogado, por culpa de la gente que gusta de ese tipo de programas no es totalmente cierto. No me digan que la carencia de programas humorísticos hechos en Venezuela se debe a que la gente no está interesada en eso. No vengan con el cuento de que las telenovelas han bajado de calidad —y por lo tanto, en sus costos de producción— porque no es algo rentable. Nadie puede afirmar que prácticamente la producción de programas deportivos ha desaparecido por culpa de la falta de anunciantes.
La alta gerencia de los canales nacionales está de espaldas a la audiencia. La sigue subestimando. Siguen creyendo que a los televidentes no se les puede ofrecer una programación distinta. Grave error. Ojalá los nuevos productores independientes no vengan tatuados con ese paradigma. De lo contrario, solo queda algo por decir: ¡Larga vida a las compañías de televisión por cable!
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