4.6.06

Crónicas de un mochilero (VIII)

El bar de Joan´s

Quedaba a media cuadra del apartamento. Era un sitio pequeño que contaba con una barra, una máquina de cigarrillos y varias mesas. Tenía dos televisores colocados en las esquinas. En la acera del local habían cuatro mesas para que los clientes pudieran consumir al aire libre. En las noches, cuando teníamos algo de plata extra íbamos a comer a donde Joan. Él nos preparaba unos bocadillos de jamón serrano o unas patatas bravas y veíamos los juegos de fútbol, hablábamos de política, del clima, de cualquier vaina. Llegábamos a ese bar a filosofar libando unas cervezas. Nuestras charlas se extendían por horas. En ocasiones, cerrábamos la santamaría del sitio y quedábamos adentro para no cortar en seco nuestras deliberaciones.

El dueño del local, Joan, es un tipo de más de cuarenta años. Su edad se ve reflejada por la calvicie que trata de ocultar. Su mal humor es directamente proporcional a la lluvia. Cuando llueve es mejor no ir hasta el bar. También influye en su estado de ánimo que su ayudante/amante haga las cosas como él quiere. Pedro es su mancebo. Es un inmigrante ilegal, que llegó a tierras catalanas directo desde Perú. No sé, a ciencia cierta, cómo aterrizó en el bar, pero después de unos meses compartía la cama con el dueño. Pedro era sumiso, buena gente, pero muy pendejo. Imagino que tenía que soportar los gritos de Joan, porque no le quedaba más remedio.

Al bar de Joan´s —porque así se llamaba, se podía leer clarito en el letrero que daba a la calle, “El Bar de Joan´s”, con apóstrofe, mariquísimo— siempre asistían las mismas personas. Éramos un pequeño club que no necesitaba membresía, aunque sí unos euros en el bolsillo. Cuando uno estaba en urgencia extrema, podía pedir fiado, pero a Joan no se le olvidaba. Nuestros compañeros de tertulia nos doblaban la edad, podíamos ser nietos de muchos, pero eso no era problema. Al entrar nos convertíamos en unos viejos jubilados. Estoy seguro que, de alguna manera, ellos agradecían —sin hacerlo— nuestra presencia en el bar.

— Tuyío, mira la hora. Vámonos— le dije con cerveza en mano.
— ¡Mierda! Joan, te pagamos mañana. Dejamos la plata en la casa.— balbuceó dirigiéndose al hombre que estaba detrás de la barra.
— No hay problema. No te acostumbres— respondió el dueño del bar, como aliviado, porque éramos los últimos en el lugar.

Nos teníamos que ir a dormir un rato, porque debíamos estar temprano en el aeropuerto. A las nueve de la mañana llegaba Cori desde Madrid.

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Ubicación al escribir esta entrada:
Latitud 10° 30' N, Longitud 66° 50' W
Contacto: elchamodel114

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El viejo truco del dinero en la casa... es la segunda vez en este mes que caigo por eso.cuando salga, serrat la puerta que pedro se me escapa. Saludos varios.

Anónimo dijo...

Lo único q no me gustta de esta seksion s tner q sperar una smana p leer algo nuevo