En estos días estaba actualizando mi curriculum vitae. Cosas de ocioso, porque en realidad no pienso llevarlo a ningún lado. Lo cierto es que me di cuenta que he matado tigres en un montón de trabajos. Puedo ser, sin dudas, el Sandokán de los nuevos tiempos. No importa la envergadura del felino, ahí estoy yo para dar cuenta de él. He hecho casi de todo. Desde entrar al mundo de la pirotecnia, pasando por las artes gráficas y el doblaje de voces. Todo, sin tener experiencia previa en nada. Hasta de taxista trabajé una vez. Repito, cosas de ocioso.
Recordando y recordando, di con un montón de personajes particulares que alguna vez compartieron labores conmigo. De verdad, la fauna de personas raras es variopinta e interminable. Una vez encontré a uno de mis compañeros oliendo pega, tengo otro que es adicto a la pornografía en internet, me he topado con borrachos, ludópatas y mitómanos. Gente bien rara; de esos que usan peluquín o el mismo flux todos los días por cábala.
De todos, hay dos personajes que se llevan los honores:
- Joao. Es uno de los tipos más raros que nunca conocí. De verdad que es muy singular. Tal vez su aspecto atolondrado ayuda un poco. Está todo el tiempo en silencio, pero es un silencio incómodo, sobre todo porque cuando ya se ha pasado un tiempo con él se sabe que en cualquier momento dirá algo que carece de coherencia. El tema no es su incoherencia, sino la forma cómo dice las cosas. A nadie toma por sorpresa cuando va a hablar, porque en su rostro se refleja toda la mecánica, en cámara lenta, de lo que vendrá. Y uno lo mira, seguro de que algo va a soltar y ¡pum! lo dice, pero no se le entiende bien. Habla para adentro, con vergüenza. Entonces él, sabiendo que nadie entendió, repite lo dicho. En este punto aun ninguno ha comprendido lo que quiere decir y él se pone nervioso. Tanto, que es capaz de perder el control y entrar en pánico y quedarse inmóvil. Y a uno no le queda otra alternativa más que hacerse el loco, también.
Además, Joao debe tener el récord mundial de resistencia al chalequeo. Impresionante. La cuerda de jodedores con los que trabajamos no hacían más que burlarse de él. Y él, como si nada. Se abstraía y en su rostro se reflejaban ganas de revancha, cosa que nunca llegó. Cosas de las personas buena gente.
- Cuando conocí a la señora Nela, yo estaba muy chamo. Pero recuerdo a la perfección que desde siempre habló de sus criaturas. Todo el tiempo. Todos los días. Decía que estaba preocupada porque la menor estaba enferma y necesitaba unos remedios. También contaba las travesuras de el mayor y lo pícaro de su rostro. Un buen día me llamó por el teléfono interno para presentarme sus bebés. Cuando entré a su oficina me dijo: “Conoce a Carlos II. Es una belleza. Ella es Petunia.”. Carlos II y Petunia eran unos quelonios. Dos tortugas que la señora Nela tenía en una cesta. Con el paso del tiempo comprendí que también le decía criaturas a todos sus animales. Gatos, pájaros, perros y pare usted de contar. Nunca olvido su frase favorita: “Cuanto más conozco al hombre, más adoro a mis criaturas”. Cierto.
Recomendaciones de hoy: El blog: Sara desesperada - El sitio: Sandokán - La peli: Rocky (I), dirigida por John G. Avildsen - El trago: Sex in the post office - La Ñapa: Ticos, pioneros en emergencias de animales
Ubicación al escribir esta entrada:
Latitud 10° 30' N, Longitud 66° 50'
Contacto: elchamodel114
Latitud 10° 30' N, Longitud 66° 50'
Contacto: elchamodel114
4 comentarios:
coñodesumadre!!!! qué risa!!!... a lo mejor "el pobre Joao" se siente frente a todo el mundo como tú frente a la sra. Nela....
Hoy es domino.... ¿Qué pasó con las crónicas de un mochilero?
digo domingo
Sí, hoy es domingo. Y las crónicas van. Es cuestión de minutos.
Publicar un comentario