Viajar, definitivamente, es un gran placer. Todo el proceso, desde su concepción, me parece fascinante. Las expectativas siempre son enormes. Uno nunca sabe qué puede pasar. Tal vez llegues con retraso al aeropuerto, se te pierda el boleto o tomes el avión equivocado. Y eso es apenas el comienzo de la travesía. Viajar es cabalgar a ciegas.
Comencé a viajar a solas desde muy joven. A los ocho años ya estaba tomando mi primer avión rumbo a Ciudad de México, ruta que repetiría un par de años después. Desde entonces me confieso un tipo muy afortunado. He recorrido miles de kilómetros conociendo culturas distintas, aeropuertos peculiares y personas increíbles. Alguna vez pensé en dedicar mi vida solamente a viajar. Claro está, no he podido cumplir ese anhelo, pero siempre me gusta pensar que tendré la oportunidad de lograrlo.
Una de las travesías más especiales que he hecho fue con destino a Europa. Duró 59 días. Partí asustado de ser mochilero y regresé a casa convencido de que es una de las mejores formas de conocer un país. Han pasado varios años desde entonces y creo que llegó el momento de sentarme a escribir sobre ese viaje. Los invito a que todos los domingos sean mis compañeros durante este trayecto por entregas. ¡Buen viaje!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario